Hijos del sol
Con ciertas similitudes a lo que me ocurrió con La noche de los reyes, mi debilidad por los cuentos es notoria, incluso aunque sea como una simple excusa para explorar otro tipo de realidades con cierta oscuridad pero que dichas historias o cuentos supongan un pequeño rayo de sol. Bajo esta premisa, no debería resultar llamativo que al leer la sinopsis de la película de hoy mi curiosidad se disparase. Os hablo de Hijos del sol.
Ali y sus amigos son un grupo de niños que trabajan de lo que pueden con el objetivo de ayudar a sus familias, aunque en ocasiones dichos trabajos impliquen cometer delitos menores. Pero a Ali se le presenta la oportunidad perfecta cuando llega a sus oídos la misión de encontrar un supuesto tesoro oculto bajo tierra, más en concreto debajo de la Escuela del Sol, un centro que se dedica a ayudar y a dar escolarización a chicos en situaciones precarias.
La cinta desde luego sabe cómo captar la atención del espectador y poner todas las cartas sobre la mesa de una manera muy sencilla y al mismo tiempo eficaz, pues la presentación de ese grupo de niños no puede ser mejor, reflejando las diferencias entre los mundos o clases de Irán y como están mucho más pegados de lo que pueden parecer a simple vista acompañada de una secuencia de persecución que hace que la adrenalina sea palpable aunque en ningún momento de glorifique el contexto, pues la realidad es bastante sombría. Sin embargo, por mucho que se vayan exponiendo los problemas a los que se enfrentan los niños de dicha sociedad a lo largo del metraje, una de las grandes ventajas de Majidi detrás de las cámaras es establecer un tono que bajo ningún concepto es tan apesadumbrado hasta el punto de hacerse insoportable para el público. Objetivamente es un drama puro y duro y en ningún momento se corta en mostrar circunstancias desagradables que para desgracia forman parte del día a día de muchas personas, pero con esa pequeña esperanza de encontrar un tesoro oculto el tono se va aligerando, aunque sea levemente y queda un conjunto bien equilibrado.
Además del elemento principal que supone la búsqueda del tesoro, la incursión en la escuela por parte de este grupo de niños sirve también para continuar con la exploración de la sociedad del país, ya no solo de las clases, sino de las diferencias entre adultos y más pequeños. Mientras que los adultos (ya sean profesores, personal médico, los propios progenitores o la Policía) salvo contadas excepciones parecen tratar con dureza a los niños como si fueran causas perdidas, casi haciendo que maduren a marchas forzadas y que esa inocencia que deben tener todos los niños acabe a tempranas edades; los niños como el grupo de protagonistas todos tienen figuras paternas inexistentes o pasotas, haciendo de ellos un problema estructural a los que no les ha quedado más remedio que aceptar cualquier trabajo de poca monta para ayudar a sus familias y que son capaces de resolver problemas que en ocasiones los adultos no pueden, y en algunos casos y para bien, los niños siguen comportándose como niños, con algún sueño por cumplir y cierta ingenuidad en sus miradas.
Al tratarse de un drama con aires esperanzadores, no debería extrañar que el ritmo tienda a la pausa, pero también hay espacio para lo que sucedía al comienzo de la cinta, donde la tensión se va construyendo poco a poco y en cualquier momento estalla por todo lo alto, generando algunas secuencias de acción con cámara en mano vertiginosas que tienen al espectador con el corazón en un puño. Pero la tensión no solo se construye a través de escenas realistas en la calle, en el metro o en la escuela, sino que también con la búsqueda del tesoro hay material que es combustible para las pesadillas de cualquier claustrofóbico, por cómo se coloca la cámara y se mueve con los personajes a través de los estrechos túneles y detrás de cada golpe con el pico por ver si al otro lado, efectivamente, hay algo valioso que pueda ayudar a los niños a tener una vida mejor.
En cuanto a los actores, hay dos que destacan especialmente entre el amplio y mayoritario reparto masculino. Rouzollah Zamani como Ali con esa determinación a llevar a cabo su misión, la rabia contenida fruto de la experiencia con negocios turbios pero también cierta inocencia e ingenuidad. Y por el otro lado estaría Javad Ezati como Rafie, al parecer el único adulto preocupado de forma genuina por los niños y que ejerce de tan necesaria figura paterna en un ambiente donde claramente esta figura brilla por su ausencia.
En el lado no tan positivo, es cierto que la película empieza muy bien y todo su primer acto es lo suficientemente llamativo, pero de cara al segundo y al tercer acto con varias subtramas rondando da la sensación de estancamiento por mucho que al final todo apunte al mismo lugar. Y que su escena final podría ser bastante más contundente.