La noche de los reyes
Dada mi predilección a las historias que tienen características de cuentos, o simplemente a las ficciones audiovisuales que dentro de su propia historia son capaces de sumergirte en otra historia, cuando vi la sinopsis de la película de hoy supe que más pronto que tarde acabaría echándole un vistazo y no puedo haber salido más contenta con mi elección.
Un joven llega a la Maca, una prisión de Costa de Marfil que se encuentra en medio del bosque y que tiene la peculiaridad de que son los presos los que mandan en el lugar. En dicha prisión, según dicta la tradición, durante la primera luna roja el jefe designa a un “romano”, una persona que debe contar una historia para los prisioneros durante la noche. Y es preferible que la historia dure toda la noche, o de lo contrario el destino del joven novato podría resultar fatal.
Desde su comienzo pese a tratarse de un drama carcelario, el envoltorio de la cinta tiene unas características que a todas luces son reconocibles a los cuentos: El poner en contexto a los espectadores sobre las reglas principales de la Maca que presagian el curso de la historia, el hecho de que la cárcel esté en medio de tan espeso bosque y se presente como un lugar tan misterioso, creando un excelente paralelismo de fortaleza impenetrable de relato fantástico; la situación de que la vida del gobernante de la prisión está llegando a su fin con todas las disputas de poder que ello supone o que el joven protagonista al llegar deba adoptar la función de Scheherezade con el mismo destino en caso de fallar con su cometido.
Pero lo que podía quedar reducido curioso experimento de mezclar realismo y fantasía acaba saliendo victorioso en todos sus frentes. El micro universo que consigue crear alrededor de la cárcel de la Maca resulta muy estimulante con las mencionadas luchas de poder, el estudio del comportamiento humano entre los presos o la propia estructura de la prisión, muy distinta a lo que podría verse en el mundo occidental pero con los mismos problemas. Si ya de por sí resulta interesante la historia principal, las historias que debe contar el joven recién llegado para sobrevivir (algo que añade una necesaria capa de tensión que se mantiene latente durante todo el metraje) son incluso más espectaculares. Al igual que Atlantique, la forma en la que mezclando poco a poco el realismo más crudo, fruto de los problemas sociales del país, con la fantasía y la tradición es sublime, resultando en una historia tan cautivadora como las intenciones del propio narrador de aplacar a los presos, pues también acaba convenciendo al público extradiegético.
Estas narraciones que se van dando a conocer de manera gradual también podrían encontrar similitudes con The Fall, donde un hombre le contaba una historia a una niña con un claro objetivo en mente. Y si bien en cierto que visualmente no es tan espectacular con el filme de Tarsem Singh, sí tiene unas escenas dentro de la narración que a nivel visual son un portento donde la tradición de Costa de Marfil se entrelaza con la fantasía creando alguna imagen para el recuerdo. Eso y el hecho de que también la narración del preso vaya variando a conveniencia al darse cuenta de que la noche se alarga más de lo que creía en un primer momento, creando un relato que siempre parece tener más de lo que encierra y siendo una perfecta ventana al escapismo para que el entorno carcelario no termine de sentirse excesivamente opresivo.
Por supuesto, en un ambiente tan hostil donde hay jerarquías de poder tan marcadas y en ocasiones da la sensación de que impera la ley del más fuerte, es de agradecer que las actuaciones resulten tan naturales. En especial la de Bakary Koné, el protagonista, más si se tiene en cuenta que se trata de su primer trabajo frente a las cámaras y logra el perfecto equilibrio entre fuerza y miedo cuando es preciso.
En resumen, se trata de una grata sorpresa que con muy pocos recursos consigue una historia muy especial y con mucha personalidad de realismo mágico por parte de su director y guionista Philippe Lacôte.