A la hora de hablar del cine independiente estadounidense, el nombre de Richard Linklater debe salir en algún momento a la palestra. Y es que el realizador texano aunque haya dado películas tan divertidas y generacionales como Escuela de rock o auténticas joyas como la trilogía de Antes del amanecer, uno nunca sabe cuál será su próximo proyecto. Su más reciente trabajo estaba teniendo un gran recibimiento, por lo que era cuestión de tiempo comprobar si esas buenas reacciones eran ciertas. Os hablo de Hit Man. Asesino por casualidad.
Gary Johnson trabaja como profesor de filosofía y psicología en la universidad de Nueva Orleans. Al mismo tiempo trabaja con el departamento de policía de la ciudad como un agente encubierto donde actúa como un sicario para ayudar a detener a las personas que planean cometer crímenes de asesinato. Pero cuando Madison, una mujer atrapada en un matrimonio de maltrato, le pide ayuda para asesinar a su marido, Gary cae rendido a sus pies y adopta la identidad de uno de sus alter egos para iniciar una relación romántica con Madison, por lo que esa relación desencadenará graves consecuencias.
A priori lo mas llamativo de la película es lo bien que sabe manejar todos los géneros que tiene la historia, que no se pisen entre ellos hasta el punto de opacarse y que hace que parezca sencillo manejar a partes iguales comedia negra, suspense y romance. Por si fuera poco, además de saber llevar a buen puerto todos esos géneros con ligereza pero con la suficiente seriedad para que al espectador le resulte entretenido el metraje, la cinta a través del personaje de Gary y sus clases en la universidad se presta a la reflexión sobre la identidad, tanto para sus circunstancias como para el público que no podría ser más acertada y que está en perfecta concordancia con lo que sucede alrededor de Gary.
Igualmente, es interesante el buen manejo de Linklater con la voz over de Gary durante gran parte del metraje. Dado que es un recuso que podría resultar irritante con mucha facilidad o agotarse rápidamente, resulta estimulante como lo maneja el realizador junto con la propia interpretación vocal de Glen Powell y un guion que funciona a las mil maravillas por su manejo de los géneros, así como el dinámico montaje de las escenas tan cómicas y surrealistas entre los diferentes sospechosos que se encuentra Gary, conformando una sucesión de gags que mantienen siempre la sonrisa del espectador y hacen del filme algo ideal con lo que evadirse pero con un mimo y un cuidado notable por sus personajes y la historia.
Y hablando de personajes, al igual que sin Linklater el resultado final de la película no sería el mismo, es indudable que la estrella con todas las letras de la función es Glen Powell. En su rol como Gary resulta carismático a más no poder, camaleónico con todos sus alter egos mientras está realizando su papel de falso asesino a sueldo con diversos peinados, vestuarios, estilos o incluso formas de hablar o una persona digna de escuchar cuando está dando sus seminarios y sus clases en la universidad acerca de la filosofía y la psicología del ser humano, siendo un profesor de esos que marcan a sus alumnos por estar disfrutando y enseñando acerca de los temas que habla. Y a todo ese regalo de personaje que es Gary si encima se la añade la electrizante química que tiene con Madison, interpretada también por una espléndida Adria Arjona, se obtiene una combinación ganadora donde ambos actores están en permanente estado de gracia y son ellos quienes llevan la película a flote por la impresionante complicidad que derrochan. Asimismo, durante la cinta hay un buen puñado se secundarios como Claudette y Phil, los compañeros de policía de Gary que aportan el punto más cómico sin humor negro de todo el conjunto.
Si al final del día una película sabe combinar tan bien el entretenimiento, el sentido del ritmo, los géneros, dar un guion bien pulido, sabe aportar el grado justo se seriedad sin resultar plomizo o fuera de lugar y encima contar con una pareja con una química espectacular, ¿qué más de puede pedir? Tan solo queda acomodarse en el asiento y disfrutar.
