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In Secret

Con la llegada del otoño, el temporal más gélido y las lluvias más frecuentes, el plan de quedarse en casa con una manta mirando una película o una serie se vuelve muy apetecible. Y normalmente la elección para esos días suele ser algo ligero, lo suficientemente entretenido para vaciar la cabeza durante un rato y sin muchas pretensiones. Y la película de hoy encajaba perfectamente con ese estado de ánimo.

Basada en la novela Therese Raquin de Emile Zola, la historia sigue a Therese, una joven que se muda con su tía y su primo Camille de la campiña francesa al París de la segunda mitad del siglo XIX por trabajo de este último. Therese es obligada a casarse con Camille, pero de quien ella en realidad está enamorada de Laurent, un viejo amigo de la familia. La pasión de Laurent y Therese es tan intensa que el único modo que ven de poder estar juntos sin ningún impedimento es deshacerse de Camille. Pero al llevar a cabo esa tarea, ambos caerán en una espiral de locura y desprecio que terminará consumiéndolos.

Al no haber leído la célebre novela de Zola solo puedo expresar mi opinión en base a lo visto en la cinta. Sin embargo, alguna familiaridad tengo con el esquema y el desarrollo de los acontecimiento de Therese Raquin, pues Park Chan-wook para su sobresaliente Thirst tomaba mucha inspiración de esta novela naturalista y dentro de su universo la mezcla entre romance, suspense y drama funcionaba con el más pulido de los relojes. Sucede algo parecido en esta adaptación, donde esos tres géneros van alimentándose y superponiéndose los unos a los otros conforme van avanzando la trama, aunque también es cierto que ese juego inevitable que propone hay ocasiones donde queda más descompensado, por lo que es normal que sean muy notorias las diferencias entre los tres actos. El primero se centra más en presentar a Therese y hacer hincapié en la infelicidad que siente en el lugar donde se ha visto obligada a vivir, todo el romance más subido de tono es el protagonista absoluto al conocer a Laurent y aportando literal y metafóricamente luz a la vida tan sombría que lleva en París para que finalmente el suspense se apodere de todo una vez que Camille está fuera de escena. Dependiendo de cada espectador y de los gustos, no es de extrañar que cada uno prefiera un acto concreto y que el resto puedan sentirse algo alargados, pero personalmente considero que la mezcla si bien imperfecta está lograda.

Lo que quizás podría haber sido más desarrollado son los motivos de los personajes. El primer acto ensalza mucho la presentación de Therese y su infelicidad dentro de ese entorno tan controlador y aislado, por lo que a pesar de las sombras, el aspecto tan sucio de París enmarcado por el hollín, los callejones y los establecimientos abandonados resulta normal que vea ese nuevo entorno como un pequeño comienzo y que vea una oportunidad de oro al conocer a Laurent. El problema viene cuando este es el único aspecto de su personalidad y peor parados salen el resto del reparto. Madame Raquin queda reducida al estereotipo de la madrastra malvada y controladora, Camille es un simple niño de mamá incapaz de valerse por sí mismo y Laurent aunque al principio se dan pinceladas de un personaje interesante, su desarrollo también podría haber dado para mucho y no quedar reducido al resultado que se ve en pantalla, sobre todo cuando la novela se encuadra dentro de la corriente del naturalismo y busca hacer crónica de la época y presentar a unos personajes con muchos matices.

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El trabajo de escenografía y de vestuario es muy competente pero a la vez es lo que uno podría esperar de una producción histórica. Es especialmente notable el trabajo respecto a la iluminación, como si los personajes se pasaran gran parte de la cinta en un entorno sumamente opresivo creado por ellos mismos donde la única luz que lleva es muy leve y en ambientes alejados de la urbe. Y lo cierto es que todo el pequeño reparto hace un gran trabajo con los papeles que tienen entre manos. Elizabeth Olsen y Oscar Isaac como Therese y Laurent son la muestra perfecta de que del amor al odio (o a la locura) hay un paso resultando increíblemente convincentes en las dos vertientes. Y en el caso de Jessica Lange no hace falta resaltar lo evidente de su grandeza como actriz, pues en cada escena que sale ella su trabajo habla por sí solo.

En resumen, la cinta tiene los suficientes ingredientes para resultar en un entretenimiento muy digno que no llega a hacerse pesada ni solemne en ningún momento y es ideal para cuando el cuerpo y la mente piden un buen melodrama.

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