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Juegos secretos (Little Children)

La pasada edición de los Oscar además de dejar varias victorias entusiastas para la historia también supuso el retorno de Todd Field detrás de las cámaras tras más de 15 años de ausencia. Con esta vuelta a la palestra con Tár y gracias al buen hacer del realizador, echando un vistazo a su breve filmografía he querido comprobar de primera mano qué más había sido capaz de ofrecer. Y el resultado me ha dejado maravillada.

Basada en la novela homónima de Tom Perrotta, la historia sigue las vidas de un grupo de vecinos en los suburbios. Por un lado está Sarah, quien se hace amiga de Brad en el parque cuando ambos coinciden al sacar a jugar a los niños y donde ambos están insatisfechos con sus vidas matrimoniales. Por otro lado está Larry, un vecino con un oscuro pasado que está obsesionado con la llegada de Ronnie, un convicto por pedofilia, a un vecindario lleno de familias y niños.

Hay ocasiones donde hay que hacer una pequeña búsqueda o esperarse hasta los créditos para saber si la película en cuestión tiene un origen literario. Es este caso no es necesario, pues nada más empezar queda bien claro que la historia viene de una novela gracias al constante uso de la voz en off, un recurso que si bien a primera puede resultar tedioso, a medida que va avanzando el metraje ya se siente como un personaje más de la función, explorando los pensamientos más oscuros y recónditos de los personajes y cuya presencia va siendo más comedida, por lo que su irrupción al principio de la cinta se siente como ese elemento capaz de sacar a la luz las verdades ocultas de entre toda la perfección de los suburbios estadounidenses. Porque si por algo se caracterizó la época entre finales de los 90 y principios de los 2000 con películas como American Beauty era demostrar que bajo la aparente tranquilidad idílica de los suburbios residenciales, al final del día hay bastante más descontento del que podría parecer a simple vista y esos relatos de infelicidad merecen ser contados.

Y aunque seguramente el germen de los problemas para la mayoría de los personajes sean conflictos narrados en infinidad de ocasiones, Todd Field y Tom Perrotta, quien es también coautor del guion, son capaces de construir unos personajes imperfectos que en unas manos menos expertas habrían sido caricaturas o maniqueos en el mejor de los casos. Pero ellos tienen un empeño en mostrarlos como unos personajes grises, obligando al espectador a que observe sus comportamientos y acciones y en base a ello emita sus propios juicios, solo que la opinión que se forma el espectador es asunto exclusivamente suyo. Y resulta complicado emitir un juicio tan categórico para todo el abanico de personajes desplegado en pantalla, pues aunque en varias ocasiones muchas de sus acciones y reacciones puedan tener justificación, no necesariamente se está de acuerdo con ellas o no dejan de ser reprobables desde cierto prisma. Al final son esos grises morales lo que hacen que el filme sea un muy interesante estudio sobre el comportamiento humano donde son los niños los que tienen las actitudes más comedidas frente a unos adultos confusos, perdidos en sí mismos y casi que condenados a un círculo vicioso de insatisfacción e incapacidad de poder aspirar a un futuro mejor.

Juegos secretos (Little Children)

Además de lo interesante que resultan los conflictos de los personajes por separado, es todavía más fascinante como de cara al tercer acto al estar todos ellos metidos en una olla a presión, todos se acaban entrelazando, de modo que lo que las historias se van cruzando hasta desembocar en desenlaces a cual más trágico e inevitables por otra parte, pues la propia película se ha encargado de ir augurando de forma más o menos sutil el destino de cada uno, dejando claro que la esperanza no se encuentra en el lugar ni se la espera. Sin embargo, por mucho que las historias de los personajes acaban en un punto álgido, su cierre se siente algo abrupto, como si Field se hubiese tomado su tiempo para construir un gran clímax para todos y a la hora de la verdad hubiese optado por cerrar de golpe el libreto cuando tal vez narrativamente había miga para unos minutos más.

Si bien el guion es jugoso, gran parte de la cinta se ve elevada por el trabajo actoral. Especialmente por el trabajo de una inmensa Kate Winslet, transparente en todo momento con las emociones y el viaje tan frustrante como devastador de Sarah; y Jackie Earle Haley como Ronnie, el nuevo vecino convicto y quizá el personaje más gris de todos, que aunque no tenga tantas escenas ni un arco tan brillante como el de Sarah o Brad, es verlo en pantalla y que se revuelva el estómago con un cúmulo de emociones difíciles de describir en un trabajo sutil por parte del actor que demuestra su grandeza como intérprete.

En líneas generales, vale la pena adentrarse en estos suburbios, ir conociendo poco a poco a cada uno de sus vecinos y seguirlos a través de sus penurias que ciertamente no dejan indiferentes una vez la historia ha concluido.

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