TÁR
Hay ocasiones en las que la interpretación de un actor o actriz es en torno a lo que gira una película y esta clase de películas suelen ser un buen cebo de cara a los Oscars, con interpretaciones de personajes históricos o en algunos casos personajes completamente originales que ser convierten en iconos por derecho propio. En el caso de hoy tenía cierto temor de que tan solo fuera un traje hecho a medida para lucimiento de la actriz principal, pero me alegro enormemente de haberme equivocado y poder decir que sus 6 nominaciones son muy merecidas. Os hablo de TÁR
Lydia Tár es una mundialmente conocida directora de orquesta que se prepara para grabar la sinfonía que la llevará a lo más alto de su impresionante carrera. Sin embargo, previo al día clave unas sombras del pasado amenazan con poner en jaque toda la carrera que se ha labrado a lo largo de los años.
De partida la cinta no se lo pone fácil al espectador. Toda la incursión en el mundo de la orquesta que a la vez que sirve como una magistral presentación sobre quién es Lydia Tár puede sentirse pesada o que simplemente apele a un sector muy concreto del público, muy alejada de las primeras impresiones que pueda dar si alguien pretendía encontrar similitudes con Cisne negro o Whiplash. Pero hay algo desde esas primeras escenas dedicadas a engrandecer la figura de su personaje protagonista y es una sutil sensación de incomodidad que se va haciendo más visible a lo largo de la primera hora, unas escenas que supondrán mayor contraste cuando a lo largo del segundo y el tercer acto se empiecen a ver con mayor claridad la inevitable caída. Más allá de ese pequeño pero importante detalle, toda esa primera es una presentación muy alargada, ya que el primer punto de giro no llega hasta pasado el ecuador de los sesenta minutos.
Y es que a partir de ese punto el guion empieza a cuestionar todo lo anteriormente visto, dándole una nueva dimensión a los acontecimientos, al comportamiento de Lydia o a la impresión que el público pueda tener sobre ella, pero dejando esa decisión en manos del público y que sea tarea de ellos labrarse su propio juicio a través de los detalles que se van intuyendo y que van creando un efecto bola de nieve imparable. Resulta inevitable separar el filme de ciertos sucesos ocurridos en el último lustro relacionados con el mundo del espectáculo, pues toda esa exploración sobre el cuestionamiento del comportamiento de un artista, el cuestionamiento de los referentes de los artistas aplicados a un contexto actual y si acaso ese debate es lícito, la hipocresía del propio medio y los abusos de poder hacen de ello una película muy potente que no ofrece una debate cerrado, sino que obliga a mirar con incomodidad a una realidad que la mayoría somos conscientes de que existe pero que tendemos a pasarla por alto sin pararnos a pensar detenidamente en las consecuencias.
Indudablemente el guion escrito por el propio Todd Field y la portentotosa interpretación de Cate Blanchett, pues ella es la película y nada de lo que sucede en pantalla sería posible sin su presencia y su compromiso con el personaje, son dos de los mayores atractivos para adentrarse de lleno en esta propuesta tan incómoda de forma y contenido, ya que una vez que se establece el primer punto de giro y las sombras del pasado se ciernen con fuerza sobre Lydia para rendirle cuentas, el tono es más parecido al de un thriller desasosegante que al de una cinta dramática pura, donde las semejanzas podrían emular más a la filmografía de Hitchcock o a la de Haneke por ir acumulando la tensión de una manera tan fría en un entorno tan pulcro hasta que llega el golpe de gracia como un jarro de agua fría.
A pesar de el debate complicado pero en cierta forma estimulante que propone la película, además de un ritmo que exige paciencia y que las cartas sobre la mesa tardan en revelarse, uno de los defectos más notables es que hay situaciones que se sienten repetitivas y que están para subrayar algo que ya es suficientemente poderoso en base a la intuición sin necesidad de señalarlo con el dedo. Lo mismo sucede con el cierre, pues si la cinta hasta ese momento había mantenido la distancia, con su epílogo se posiciona de forma clara, dejando un regusto extraño respecto a lo visto con anterioridad.
En líneas generales, la vuelta de Todd Field como director y guionista tras más de 15 años de ausencia es de agradecer, pues ofrece una cinta medida casi a la perfección y que no deja indiferente a nadie mientras se dedica a encumbrar a una actriz ya de por sí brillante.