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La bella y la bestia

En alguna que otra ocasión he tenido la oportunidad de comentar de forma más o menos extensa por aquí el entusiasmo que me genera la película de La bella y la bestia, en concreto la conocida versión de Disney, entusiasmo que me ha seguido gran parte de mi vida y que probablemente permanecerá en el futuro. Sin embargo, era cuestión de tiempo darle una oportunidad a la primera película que se atrevió a llevar a la gran pantalla esta historia conocida por todos.

Basada en el archiconocido cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, la historia se centra en un padre que es un mercader arruinado y su familia compuesta por cuatro hijos, entre los que destaca Bella. En uno de sus viajes, Bella le pide a su padre que le traiga como regalo una rosa, con la mala fortuna de que su padre se pierde en el camino y llega hasta un misterioso castillo donde encuentra una rosa para llevarle a su hija. Pero su acción desatará la ira del dueño del castillo y le hará pagar por su infracción.

La bella y la bestia

Desde los mismos créditos se pone de manifiesto la propia naturaleza de cuento que tiene el relato, así como una invitación a abrazar el lado más inocente y simplemente dejarse llevar. Y a partir de ahí, se viene una puesta en escena muy teatral en la que se destaca el contraste entre el mundano hogar de Bella y su familia, y el fantasioso castillo de la Bestia. Ambos lugares separados por el espacio tiempo y con un umbral muy determinado por un decorado y una atmósfera específicos. Es especialmente llamativa la atmósfera en todo lo que envuelve al castillo, un aire onírico en el que da la sensación de haberse adentrado en otro mundo completamente distinto, donde reina cierta oscuridad, pero también la magnificencia y cada rincón es digno de contemplar, algo muy notable en lo que a ornamentos y deslumbrante vestuario se refiere, hasta el punto de convertirse en unos personajes más. Y en toda esa creación de la atmósfera también destacar la música extradiegética que eleva el conjunto, a ratos oscuramente melancólica y dramática cuando es necesario.

A pesar de su puesta en escena o la manera de recitar los diálogos reconocibles con el teatro, no se siente en ningún momento como teatro filmado, sino que se ayuda de las técnicas cinematográficas, de una iluminación que juega con los claroscuros o un sencillo montaje para resaltar los efectos especiales, y algunos han envejecido francamente bien. Y además de la teatralidad y la indudable ayuda de las posibilidades del medio cinematográfico, no hay que perder de vista que se trata tal vez de la adaptación más literal del clásico cuento, tanto por los sucesos de la historia como por el retrato de los personajes.

La bella y la bestia

Como no podía ser de otro modo, los protagonistas son la Bella y la Bestia. Ella con una bondad que parece no conocer límites en cualquier entorno y él siendo a priori un temible monstruo pero que debajo de toda esa apariencia más animal hay un corazón humano. Y cuando están juntos, tienen lugar los más brillantes momentos de la cinta. Aunque esa brillantez se ve un tanto diluida porque los personajes principales no tienen más características aparte de las mencionadas y porque debido a la extensión más breve del cuento y su empeño por seguirlo al pie de la letra, el vínculo que se forma entre ellos dos si bien está cocido a fuego lento, la evolución de temor a amor no está del todo bien llevada en el período de tiempo planteado. Pese a que los personajes no tengan mucha profundidad, tanto Josette Day como Jean Marais ponen el mejor de sus empeños para darle matices a Bella y Bestia y que sus sentimientos sean transparentes en todo momento.

Al igual que los protagonistas tienen un propósito muy concreto, lo mismo sucede con los secundarios como el padre y las hermanas. Ellas actúan como clara contraposición a Bella, pues son envidiosas, vanidosas y les mueve la avaricia, o el hermano, que siempre está dispuesto a dar la cara o a enfrentarse a los problemas para que no tengan que hacerlo ellas. Nuevamente, plasmados como personajes un tanto unidimensionales debido a la naturaleza breve del cuento y que giran en torno a los protagonistas. Aunque narrativamente pueda pecar de demasiada sencillez, todo lo que envuelve la historia a nivel estético resulta tan fascinante que uno no puede evitar quedarse embelesado disfrutando al contemplar cómo un cuento tan antiguo como el tiempo cobra vida para dejar una profunda huella.

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