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La carretera (The Road) | Blog de cine

No debería sorprender a nadie que además del cine y las series, otra de mis grandes aficiones es la lectura. Es habitual que ambos medios convivan entre sí y nos regalen una misma historia con ciertos matices. Y como no podía ser de otro modo, la película de la que vengo a hablar hoy es originaria de una novela, pero por algún motivo u otro, no había visto su adaptación a la gran pantalla. Hasta ahora. Os hablo de La carretera (The Road).

Basada en la novela homónima de Cormac McCarthy, la historia se desarrolla en un mundo post apocalíptico en el que un padre y su hijo intentan llegar hasta la costa con la esperanza de que allí la situación esté un poco mejor. Pero en su camino se toparán con algunos seres humanos que tras el cataclismo han perdido todo rastro de humanidad, por lo que el padre y el hijo deberán luchar por sobrevivir en este mundo hostil.

Antes de empezar a desgranar la cinta, hay que comentar brevemente que se trata de una adaptación bastante fidedigna con respecto al texto original, y solo por este detalle ya es digno de reconocerle un mérito, dado que se trata de una novela en la que abundan los monólogos internos, no hay grandes acontecimientos narrativos y donde el centro de todo es la relación entre padre e hijo en un mundo donde la ambientación no podría ser más lúgubre. Y todos esos elementos que tan bien se empleaban en la novela como la voz en off, la pesada atmósfera o una violencia inquietante sin llegar a ser explicita se trasladan con éxito a la pantalla.

Es reseñable también que ese ritmo pausado que posee el texto original se halla en la película. Y, sin embargo, no es un filme que llegue a hacerse pesado en casi ningún momento, pues todo se sostiene en base a tres pilares fundamentales e inseparables entre sí: el no centrarse como se originó el apocalipsis sino en sus consecuencias, una atmósfera muy apagada y el dejar que los dos personajes principales lleven el peso completo de la historia. El primer aspecto viene heredado de la novela y es sin duda lo más interesante. Por supuesto que se explican rasgos de ese nuevo mundo con toda la crudeza implícita y que pone todavía más en jaque la supervivencia, pero el objetivo final es reflexionar sobre si la moral debe ser más flexible en situaciones límite y cómo las situaciones más difíciles son capaces de sacar los peor de los humanos, convirtiéndolos en monstruos. Unos temas que han proliferado en los últimos tiempos, siendo The Walking Dead hasta cierto punto ejemplo de ello y que son tan universales que de ahí que padre e hijo no posean nombre.

La carretera (The Road)

Respecto a la ambientación, todo el empaque visual de fotografía en tonos grises le da ese aspecto de mundo post apocalíptico tan característico, pero sin ningún tipo de floritura, donde solo quedan cascarones vacíos, una potente sensación de desesperanza y los planos generales recalcan la sensación de ese nuevo y vasto entorno frente a la insignificancia de los humanos que todavía pueblan la tierra. Dicha gama cromática y ese pesimismo en el ambiente recuerda a lo visto en Hijos de los hombres, aunque nuevamente, con menor afán de lucimiento técnico. Mención especial también a la música compuesta por Nick Cave y Warren Ellis, que complementa la atmósfera mediante partituras que transmiten melancolía e inquietud a partes iguales.

Como no podía ser de otra manera, en una historia donde el gran peso recae en los personajes y donde prácticamente a lo largo de todo el metraje son ellos dos contra el mundo, literal y metafóricamente; el papel de los actores es crucial. El vínculo paterno filial no podría estar mejor plasmado, pues Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee más allá del parecido (o no) físico resultan totalmente creíbles, y su dolor, frustración y dudas dan lugar a algunos de los momentos más brillantes de la cinta. Con muy pocos flashbacks se les llega a conocer mejor, en particular al padre. Él destaca por su determinación de mantener vivo a su hijo casi a cualquier precio dentro de una moral de normalidad dadas las circunstancias y el niño porque a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida en un mundo desolado, sigue manteniendo la inocencia característica de las personas de su edad.

A pesar de lo que cierta parte del publico pueda opinar, considero que el cierre es más que adecuado y no está en disonancia con el mensaje transmitido. Sin entrar en el pantanoso terreno de los spoilers, el final era inevitable, pero es tarea del espectador decidir si prefiere quedarse con la opción donde en la lejanía hay un rayo de esperanza o si cualquier atisbo de benevolencia hace tiempo que dejó de existir.

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