La piedad
Es difícil encontrar belleza en lo grotesco, en el morbo o en lo bizarro, al menos encontrarla a nivel visual- Eduardo Casanova regresa luego de 6 años con su segunda película, con un mensaje más depurado, más complejo en La piedad.
Mateo vive con su madre, Libertad, en un mundo color de rosa; un microcosmos que tiene precisamente dos habitantes, madre e hijo. Un día a Mateo le diagnostican cáncer…
No podía esperar una historia diferente a Pieles, el director tiene un estilo, una manera particular de ver el mundo, una que le fascina a Alex de la Iglesia que repite como productor. El rosa vuelve a imponerse esta vez en una cárcel opresiva que funciona como mansión para dos personajes que tienen una relación bastante enfermiza.
Casanova criticado por sus declaraciones relacionadas con lo que significa para él engendrar, refleja en esta historia todo el miedo a ser madre y todo el miedo a estar del otro lado. Los vínculos afectivos a veces generan dependencia, en este caso luego de 9 meses puede que algunas madres como Libertad se vuelvan literalmente obsesivas cuando traen una criatura al mundo.
Es curioso cómo se elige el nombre de la protagonista cuando ella representa todo lo opuesto, es una cárcel, una dictadora, símil que también Casanova lo relaciona con la situación que vive Corea, el paralelismo que establece es muy interesante.
La piedad está repleta de metáforas, el título es una referencia inmediata a Miguel Ángel y Kim Ki Duk y la imagen de la escultura se refleja no solo en el póster promocional sino también en dos momentos puntuales del filme.
Creo que hay cierta madurez en lo que se quiere decir, en Pieles todo era impactante, no te dejaba respirar, simplemente te noqueaban las imágenes. El argumento, en esta ocasión todo es más reposado, más enfocado en la psiquis. No quiere decir que falten vómitos, ángulo nadir de vaginas orinando, operaciones cerebrales y un parto que parece una mutación de Alien con La cosa, muy buenos efectos.
Ganadora de Festival de Karlovy Vary: Premio Especial del Jurado y el Feroz Arrebato de ficción, en su propio país no fueron capaces de distribuirla como se merecía.
La delicada BSO de Pedro Onetto, el guiño a su opera prima, esos diálogos descarnados y los giros de guión hacen de este viaje algo tan doloroso como impactante.
Ángela Molina esta imponente como la villana de esta historia, la madre paranoica, autoritaria, una actriz con personalidad. El gran descubrimiento es sin dudas Manel Llunell, no es solo que sea el alter-ego a nivel físico de Casanova sino es que además interpreta muy bien su rol en cada momento. Ana Polvorosa y Macarena Gómez tienen unos cameos bastante particulares.
El cine de Eduardo Casanova no es para todo el mundo, afortunadamente no busca agradar, tampoco incomodar con lo burdo, La piedad es una obra que hay que ver sin prejuicios porque detrás de cámara está un creador con una imaginación y unas ganas y maneras de decir como pocos