Ser latinoamericana y ver cine europeo siempre resulta un viaje interesante. Aunque las culturas no son abismalmente diferentes, vivimos a ritmos totalmente opuestos. En Latinoamérica la vida es veloz, caótica, llena de sobresaltos; en cambio, el cine europeo suele moverse con calma, casi en cámara lenta. Eso, claro, no justifica a las películas que tardan demasiado en plantear una idea y al final no logran concretarla. Justo eso le pasa a La Secta (2024) de Jordan Scott, cinta a la que le tuve paciencia, pero que terminó perdiéndose en sus propios laberintos.
La historia nos muestra a Ben Monroe (Eric Bana) un escritor y psicólogo social que investiga crímenes vinculados con una secta liderada por Hilma (Sophie Rois) en Berlín, ciudad a la que Ben llegó huyendo de sus propios fantasmas. El problema es que pronto descubre que su hija Mazzy (Sadie Sink) queda atrapada en un peligro que él mismo ayudó a despertar.
De inicio, la película tiene una premisa atractiva. Más que limitarse al género del crimen y el drama, parece querer explicar el fenómeno del pensamiento colectivo. Ese enfoque resulta interesante, incluso con un ritmo pausado. Sin embargo, la narrativa se dispersa y termina convertida en una mezcla extraña de drama, crimen y locura que, aunque no carece de méritos, abandona su propósito inicial.

Las actuaciones son correctas, pero no memorables. Sadie Sink —quien brilló en La Ballena— aquí se siente encasillada en un tipo de personaje que ya le resulta demasiado cómodo.
Lo más atractivo de La Secta es la manera en que retrata a la secta. No se trata de un culto religioso, sino de una secta ambientalista. Ese giro resulta provocador, porque expone la facilidad con la que las personas pueden ser manipuladas en nombre de causas aparentemente nobles, aprovechándose de sus debilidades más profundas.
El problema es que el guion decide centrar demasiado la atención en un par de personajes, relegando a otros a simples adornos sin peso en la trama. Hacia el final, la película se transforma en un drama familiar que pierde el enfoque en lo colectivo, volviéndose íntima a la fuerza y obligándose a un desenlace que pasa de lo casual a lo enredado, para finalmente caer en la obviedad.
No puedo decir que la película me haya disgustado, porque tiene aciertos. La fotografía es cuidada, con encuadres atractivos, aunque no deslumbrantes. La historia conserva cierto encanto, pero se vuelve predecible. Y no la culpo del todo: hoy en día sorprender al espectador es cada vez más difícil, con tantas historias ya contadas y una realidad que, por sí sola, suele ser mucho más abrumadora que la ficción.
En conclusión, La Secta promete respuestas, se adorna con rituales visuales y te mantiene con la esperanza de una revelación final, justo como lo haría una secta real… pero lo único que entrega es un sermón largo y predecible. Si tienes paciencia y curiosidad, quizá te atrape; si no, huye antes de que te recluten.












