La tutoría (Armand)
Es un hecho que vivimos en una época donde las estrellas de cine que todos conocemos están dando paso a otra generación. Si bien los ejemplos más claros están con muchos hijos o hijas de actores que también pretenden ejercer la profesión de sus progenitores, también sucede con los directores, aunque en menor medida. Ahí está Brandon Cronenberg y ahora le ha tocado el turno de debutar a Halfdan Ullmann Tøndel, nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman. Su ópera prima logró el premio de Caméra d’Or en la pasada edición del Festival de Cannes, un galardón nada desdeñable y ahora su película se estrena, por lo que se puede comprobar fácilmente si sobrevive a sus expectativas.
Armand, un niño de 6 años, es acusado por un grupo de profesores de traspasar unos límites muy claros con su mejor amigo Jon. Para esclarecer las circunstancias, el centro convoca una tutoría entre los padres de Jon y Elisabeth, la madre de Armand, una reunión en la que la situación no tardará en ponerse muy tensa e indagar en traumas del pasado.
Es llamativo que desde hace unos años, al menos si se mira detenidamente parte del cine que se hace en Europa, que muchas películas tienden a priorizar o al menos a poner el foco sobre algunos de los problemas que pueden generarse dentro de las aulas. A priori este podría ser un tema sin mucha miga que rascar, pero si se piensa en frío al final de pequeños detalles como el comportamiento de adultos o menores en un colegio pueden salir historias maravillosas que invitan a la reflexión sobre ese comportamiento humano o bien resaltar algunas situaciones peliagudas a las que normalmente no se les presta la debida atención pero están bien presentes. Buenos ejemplos de esta tendencia son La clase, La caza, aunque luego la cinta derivase por otros terrenos, o Sala de profesores.
Y aunque en este caso el filme tiene un componente dramático muy serio nada más empezar y conocerse cuales son las alegaciones en contra de Armand, la puesta en escena que sugiere Ullmann Tøndel es mucho más cercana al thriller psicológico. Priman mucho los primeros planos y los planos contraplano difuminados entre emisor y receptor, desdibujando poco a poco la situación que los ha reunido bajo el mismo techo, haciendo que las acusaciones y la defensa del alumno entren en un terreno muy subjetivo, asomando las intenciones que tiene cada parte de los implicados en el asunto y posicionando de forma más o menos clara cuál es la postura de cada uno de ellos. O no. Porque si el espectador más pronto que tarde a la luz de nuevas evidencias empieza a cuestionar a todo ese claustro de maestros y padres, las dudas entre ellos mismos surgen como el agua en una cañería rota, rebasándolo todo y haciendo que la duda sobre Armand y Jon no sea lo primordial, sino las relaciones de afecto u odio que se profesan entre ellos.
Para tensar todavía mas la fina cuerda en un espacio de aparente calma, Ullmann Tøndel convierte esa escuela en un lugar donde reina la frialdad, llena de recuerdos en sus paredes a base de orlas con antiguos alumnos, donde todas las personas de ese colegio, padres, alumnos y trabajadores del centro se conocen; pasillos alargados que se tornan siniestros debido a su ausencia de alumnos por la proximidad de las vacaciones, escaleras en espiral que se antojan como una simbólica bajada al infierno mental que sufren sus protagonistas de forma silenciosa y contenida, personajes escondidos o atrapados en las esquinas escuchando conversaciones ajenas y dejando de lado la supuesta buena educación y diplomacia por la que podrían caracterizarse o silencios entre conversaciones que hablan decibelios.
El único contrapunto negativo que se le puede sacar es que después de un primer acto maravilloso, donde los actores brillan por sus expresiones, por la agilidad de los diálogos y por la sombra de la duda que se adueña de todos ellos, su segundo y su tercer acto tienen elementos donde se da rienda suelta a lo experimental, difuminando todavía más los límites de lo real y lo imaginario, resultando en algo que se le pueden agradecer las intenciones pero que no termina de cuajar del todo, especialmente después del empeño realista que se había pretendido construir desde el minuto uno, pues se siente como un intento demasiado radical de romper con todo y que más que aportar, se siente descoyuntado.
Asimismo, Ullmann Tøndel más allá de su buena mañana detrás de la cámara, confía gran parte de su trabajo a los actores a través de sus expresiones y de la contención, donde sobresale la siempre excelente Renate Reinsve, especialmente en una secuencia sobrecogedora donde sus cambios de ánimo debido al nerviosismo y la incredulidad de la situación se adueñan de ella, pasando del ataque de risa al llanto puro y derivando en la furia más primitiva con un simple gesto que es para enmarcar.
En resumen, se trata de un sólido debut con ideas interesantes pero que al final el conjunto acaba un poco diluido por querer abarcar demasiado.