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Lisa Frankenstein

A pesar de que Diablo Cody, la oscarizada guionista de Juno, a lo largo de su carrera ha tenido colaboraciones fructíferas con Jason Reitman, el director con el que tuvo en su mano las mieles del éxito, uno de los varapalos más sonados que recibió en su día fue el de Jennifer’s Body. Desde ese momento con cierta justificación Cody le dio la espalda a escribir comedias de terror. Pero los tiempos cambian y las ideas siguen agolpándose, por lo que 15 años después, Diablo Cody firma su segundo guion de hacer una comedia negra con elementos de terror, nuevamente dirigida por una mujer, en este caso Zelda Williams, la hija del desaparecido Robin Williams.

Lisa es una chica con unos gustos un tanto excéntricos para su familia y sus compañeros de clase, donde destacan sus días y sus tardes en compañía de las lápidas del cementerio abandonado. Una noche de tormenta eléctrica, un cadáver victoriano es devuelto a la vida y Lisa tratará de reunir las partes del cuerpo que le faltan para reconstruir al hombre de sus sueños usando la cama de bronceado de su garaje.

Nada más empezar la película, uno contempla los créditos y puede pensar que se trata de un trabajo sacado de la mente de Tim Burton, ya que entre la propia sinopsis y ese primer vistazo tan extraño podría prestarse de sobra a esa suposición. Sin embargo, una vez pasados esos créditos el espectador se encuentra con una cinta que ante todo busca deliberadamente la estética de los años 80 en la dirección artística a medio camino entre los colores fosforescentes y cierta oscuridad, la banda sonora rebosante de sintetizadores y grupos como The Cure o Bauhaus, la fotografía con abundantes neones o con los vistosos vestuarios alternativos y góticos de Lisa. Todo ese logradísimo envoltorio transmite la sensación de que la película se haya salido de una cápsula del tiempo y haya llegado hasta nuestros días.

Lisa FrankensteinMás allá de su empeño estético, queda claro que el filme no busca tomarse demasiado en serio a sí mismo. Esto bajo según qué prisma podría ser muy positivo si el tono estuviera medido y supiera exactamente que es lo que quiere contar. Pero lamentablemente, no es el caso. La película a lo largo del metraje tiene problemas con el tono, pues no sabe si tan solo quiere ser una hilarante comedia negra sobre el coming of age femenino con casquería de por medio y mucha angustia adolescente, si prefiere irse por el camino de una reformulación moderna de una historia por todos tan conocida como es la de Frankenstein o si prefiere ahondar en el trauma de Lisa y abordar temas serios como la pérdida de un ser querido, la marginalización en el instituto, el hacer frente a una nueva figura materna abusiva y narcisista o la búsqueda incansable por encontrar al hombre ideal. Todas estas ideas están en la película y ciertamente son ambiciosas para ponerlas en pie, pero la manera en la que se mezclan finalmente da la sensación más de pastiche que de algo sólido. Los gags tan solo son graciosos en contadas ocasiones, cuando la cinta se vuelve más juguetona con el gore y los actores se vuelven un poco más autoconscientes del tono desenfadado que debería primar.

Pero a pesar de los vaivenes que se dan a lo largo de la película y tonos que no terminan de estar todo lo bien empastados que deberían, el tercer acto consigue reconducir todo lo que se ha creado hasta entonces es bastante disfrutable aunque en cierta forma algo insatisfactorio, dando el broche de oro final a la trama, subtramas e inquietudes que se habían ido manejando con menor éxito y que finalmente, consiguen aterrizar de pie firmemente desembocando en unos últimos minutos donde la comedia, el drama y el terror adolescente se dan de la mano, se miran a los ojos de tú a tú y llegan al satisfactorio acuerdo de paz que debería haber sido la regla durante los otros dos actos anteriores.

Lo que es indudable es que la mayor parte del buen resultado del filme es gracias a la interpretación de Kathryn Newton como Lisa, ya que no tiene ningún miedo al ridículo, a pasarse de vuelta, a tener química y empatía cuando el momento lo requiere y a hacer que una chica marginada resulte tan cool sin ningún esfuerzo una vez cambia su vestuario. Habría que dedicarle también buenas palabras a Cole Sprouse como el cadáver reanimado, ya que su interpretación es prácticamente muda de voz pero a través de pequeños gestos y miradas sabe imprimir emoción a un muerto viviente, y a Carla Gugino, que borda el papel de madrastra malvada e insoportable, odiosa desde el minuto uno como esa señora arquetípica del suburbio estadounidense.

En líneas generales, la mezcla de elementos y tonos no siempre funciona, pero cuando lo hace convierten a la película en algo entretenido, disfrutable y sí, también una loable aportación al terror adolescente con el que siempre viene bien pasar un buen rato.

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