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Película Mona Lisa y la luna de sangre

Mi trayectoria con Ana Lily Amirpour no se puede considerar fácil. No empezó con el mejor pie con su debut que lo tenía todo para cautivarme, pero poco a poco parece que ambas vamos limando asperezas: ella alcanzado su madurez como cineasta puliendo su estilo con cada nuevo trabajo y yo pillándole cada vez más el punto a sus formas. Así que cuando vi que su última película estaba como novedad en el catalogo de Amazon Prime, me zambullí sin pensarlo en la aventura que proponía. Os hablo de Mona Lisa y la luna de sangre.

Una chica que lleva encerrada toda su vida en una institución psiquiátrica descubre que posee una habilidades sobrenaturales. Tras su huida, intentará integrarse en la ciudad de Nueva Orleans.

Si hay algo que debo reconocerle a Ana Lily Amirpour es que sabe comenzar con firmeza sus películas, proponiendo imágenes muy interesantes que quedan grabadas en la retina y retienen al espectador obligándolo a mirar aunque este no quiera, por mucho que luego la cinta en cuestión pueda adentrarse por otras direcciones radicalmente distintas. Sin embargo, por mucho que aquí su estilo de que el envoltorio es más llamativo que la sustancia sigue siendo su seña de identidad por antonomasia, considero que en esta ocasión todo lo que pretende contar está mejor cimentado y se va desgranando con más claridad que en sus filmes anteriores. El mérito de este logro se debe en gran parte al enigma que es la protagonista, como si fuera una criatura recién nacida que tiene que explorar y aprender del mundo por sí misma y hasta cierto punto se puede afirmar que lo es, pues no deja de ser una persona que ha vivido recluida toda su vida en un entorno muy particular y que se tiene que enfrentar a un mundo hostil que hace que el público inevitablemente genere sentimientos de empatía hacia ella.

Y como también viene siendo habitual, por muchos elementos fantásticos que haya esparcidos a lo largo de la historia, Amirpour está más interesada en establecer comentarios sobre la sociedad y la feminidad. La prueba de ello es como a pesar de que la acción se sitúa en Nueva Orleans, la película prefiere adentrase por callejones más oscuros, más allá del Barrio Francés y los pantanos para meterse de lleno en la oscuridad que rodea a la ciudad, unas sombras que se extienden por todas partes de manera sutil, desde los restaurantes de carretera o las tiendas de comestibles abiertas las 24 horas hasta los habitantes común y corrientes de la ciudad. En su travesía, la protagonista se irá topando con unos personajes variopintos cuyas apariencias no siempre corresponden con sus intenciones, algo que irá aprendiendo a la fuerza. Y durante su periplo resulta interesante como a pesar de que el público sabe que ella posee unos poderes y por tanto, una ventaja considerable respecto al resto de los mortales, hay situaciones en las que se ve envuelta que aun así uno teme por su seguridad y su bienestar, especialmente si ella está en una desventaja numérica frente al género masculino, y es a través de esos pequeños detalles que invitan a la reflexión donde la cinta sale más victoriosa.

Mona Lisa y la luna de sangre

Además de la solidez con la que se forjan las bases en el primer y segundo acto para terminar contando una historia bastante más convencional de lo que podría parecer a primeras sobre personas marginadas y como al final esas personas deben ayudarse las unas a las otras, resulta cuanto menos curioso que una historia con tanta fantasía pero en el fondo dramática si se analiza bien que tenga una banda sonora tan ecléctica como indescriptible, una fotografía que en algunas ocasiones podría emular más a la pintura mientras que en otras se deja llevar por el desenfreno y el salvajismo que ofrece Nueva Orleans entre sus clubs nocturnos de ambiente decadente y chillones neones, y una perpetua sensación de agobio debido al pronunciado uso de la cámara en mano que parece pegada a los personajes y que le da al empaque un sentido más realista de la trama.

Si bien su reparto es escaso, vale la pena resaltar el trabajo de Jeon Jong-seo como la protagonista de la cinta, un personaje enigmático desde el minuto uno y más complejo conforme va transcurriendo el metraje, uno que va siendo forjado a la fuerza debido al mundo que la rodea y que en el fondo parece más inocente de lo que realmente es, una tarea difícil de la que sale más que airosa. Es igualmente reseñable la enternecedora relación que mantiene con Charlie, pues cada vez que comparten plano es una delicia verlos ayudarse y aprender en pequeñas dosis de manera mutua.

En líneas generales, es una pequeña grata sorpresa, que aunque parezca sencilla en realidad tiene mucho que decir más allá del estilo audiovisual tan particular y que de vez en cuando es muy agradable toparse con estas voces en el género fantástico.

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