Nine
Creo que para hablar de esta película es preciso comenzar por el final. Entiendo por su desenlace que todo se resume al cine como sueños, al cine como transmisor de emociones, al cine como única vía de expresión de los más puros sentimientos: el amor y el deseo (en caso de que estos puedan desligarse) y es por esto que Nine es una de mis películas favoritas.
Recuerdo haberla visto hace muchos años y es exactamente lo que recordaba una vez que volví a verla: la mezcla perfecta de personajes bien construidos, una música capaz de llevarte de la mano y hacerte visitar rincones de tu memoria que creías perdidos, historias identificables y diálogos muy acertados. Sin mencionar el maravilloso elenco de actorres que la conforman.
Es un musical basado en la reconocida cinta de Fellini Ocho y medio (8 ½), la cual se llevó el Premio de la Academia como mejor película extranjera en 1963. Bajo la forma de un musical, Nine nos muestra un director en plena crisis creativa que puede ser causada debido a la presión de sus productores, de la prensa y del público quien le pide una nueva obra, pero personalmente creo dicha crisis es la consecuencia de algo más.
Es la recopilación de todas las sensaciones en la que se puede perder un hombre gracias o debido a una mujer. Guido Contini, el famoso director italiano interpretado por Daniel Day Lewis y seguramente autorretrato del genial Federico Fellini, se ve obsesionado por los fantasmas que gobiernan su atormentada mente y sus consecuencias se ven gravemente plasmadas en esa realidad tan surreal en la que vive. Más que fantasmas son demonios que perturban su tranquilidad y consiguen apoderarse de él mientras intenta aferrarse a una infancia e inocencia ya perdidas que evoca de vez en cuando y de cuando en vez.
Muchos pueden pensar que la tranquilidad proviene de la libertad, pero para fundamentar este argumento vale la pena plantearse qué significan dichos términos para nosotros. ¿Qué es la tranquilidad?, ¿Qué es la libertad?, ¿Una cosa lleva a la otra o se disocian por completo? Contradictoriamente, Contini necesita de esos demonios para poder respirar, para poder vivir, para poder crear. Sin ellos no tiene nada: su madre (Sophia Loren), quien lo visita del mas allá cada vez que se encuentra en problemas, su vestuarista (Judi Dench) con quien se desahoga, su amante incondicional (Penélope Cruz), su musa impenetrable (Nicole Kidman), aquella escritora norteamericana que lo conquista (Kate Hudson) y la prostituta que conoció alguna vez (Fergie), son las protagonistas de su angustiosa existencia.
Cada una le aporta una sensación diferente que utiliza como propulsor de sangre para bombearle la vida. Se entiende que existe una única mujer en la vida de Guido quien es la responsable de bajarlo a tierra, de recordarle que existe un suelo por donde debe caminar y donde ella está feliz de acompañarlo. Puede parecer el personaje más pasivo dentro de la película pero es en ella donde pienso que radica todo lo importante que la obra puede relatarnos.
Es su mujer, Luisa Contini. Perfectamente interpretada por la francesa Marion Cotillard. Una mujer que no desprende más que dulzura y te inspira un amor incondicional; ese amor que siente por su marido y que él mismo sobrevalora sólo para darse cuenta luego que sin ella, su vida no tiene sentido y que cualquier fantasma que revolotee por su imaginación se vuelve una sombra terriblemente oscura, que acecha su intelecto y creatividad y lo deja sin nada.
Incapaz de realizar una nueva película, nos damos cuenta que una de las características del cine es que no sólo te hace soñar sino que hace de tu sueño una realidad. Esto es para Guido el cine. Un set, una cámara, un libreto, los vestuarios, todo es una extensión de él. Es una extensión del amor que siente por su esposa, de la pasión que siente por su amante, de la inspiración que le emana su musa y el resto de fragmentos de sentimientos que puede arrancar de las otras mujeres de su vida.
Es el amor, el deseo, la pasión, la distracción, la amistad y la culpabilidad que cada una de estas mujeres representa para él y es justamente lo que le hace imposible a Contini disociar las películas de su vida porque las películas son eso: emociones. La vida está compuesta de ellas. Es mi manera de ver tanto la vida como el cine y es por esto que me identifico inmensamente con esta cinta a pesar de ser una superproducción hollywoodense donde se ha considerado que el estilo sobrepasa la sustancia, lo cual no comparto en absoluto.
Razón por la cual no fue bien recibida por la crítica en general y no obtuvo las ganancias esperadas. Es una película más odiada que amada, lo cual se me hace difícil entender. Posee una fotografía hermosa, la iluminación es lo que más puedo destacar: me recuerda a la ciudad de París. La manera en la que está iluminado un edificio es similar a la silueta celestial de Nicole Kidman bajo la luz de un faro o el perfil de Daniel Day Lewis bajo la pobre luz que emana de su cigarro en una Italia hermosa y llena recuerdos moribundos y pedazos de historias ya contadas.
Es una película que acompañada de una música bastante particular, posee una estructura psicológica precisa, condicionada por una cultura y sociedad determinada, como la describió el mismo Fellini. Es una cinta que abarca las emociones que nos hacen ser aun cuando pensamos que no somos. Aun cuando nos encontramos en una crisis que puede ser de orden creativo pero que siempre va a tener como punto de partida los sentimientos, lo cual hace justamente que seamos y que esa crisis provenga de lo más personal e íntimo de nosotros mismos.
Son esos demonios que nos acechan, esos fantasmas que no podemos –o no queremos- dejar ir porque se hacen tan parte de nosotros mismos que sin ellos no somos nada y los defendemos a capa y espada aun sabiendo que por ellos se desborda nuestra insatisfacción y nuestra intranquilidad. Pero también necesitamos de aquello que es real para que nos tenga de la mano a pesar de que el resto del cuerpo flote, y con él, la voz para expresarse, los ojos para expresarse, el cerebro para expresarse y el corazón para volver mierda todo aquello que construiste y que finalmente, no vomitas más que un garabato sin pies, sin cabeza y sin forma precisa y parece que de la única manera que puedes salvarte de aquel caos y de la desesperación de ti mismo, es plasmarlo todo en un guion y verlo reflejado frente a una cámara, donde se tiene la oportunidad de organizar y encadenar esos inexplicables fragmentos que te hacen ser.
Quizás sea cierto lo que François Truffaut, gran exponente del cine francés, alegaba con tanto fervor: “El cine es más importante que la vida” pero para Guido Contini, la vida y el cine, eran uno solo.
Excelente actuacion de Penelope Cruz ,como en casi todas suspelículas ,lo importante de las películas es que sepan como llegar ,para ser sentidas y que dejen algun mensaje a su observador.