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Crítica Perfectos desconocidos

“Todos tenemos tres vidas. Una pública, una privada y una secreta”

Como much@s otr@s, descubrí a Álex de la Iglesia allá por los noventa, con El día de la bestia (1995). A partir de entonces se convirtió en uno de mis directores fetiche. Mi filmoteca es muy variada, y está más relacionada con mis géneros favoritos que con actores o directores. Sin embargo, hay unos pocos de los que atesoro todas o la mayor parte de sus obras: Quentin Tarantino, Billy Wilder, Stanley Kubrick, Alfred Hitchcock, Tim Burton y sí, Álex de la Iglesia. Entiendo que para much@s es un director irregular, y para otros un quiero y no puedo. Para mí, es un grande de nuestro cine, que ha demostrado de sobra sus dotes como director de actores, un arriesgado humor negro cortado con su puntito de mala leche y una capacidad asombrosa para retratar y dejar al descubierto los pecados de esta España gobernada por una horda de payas@s y bruj@s sin escrúpulos.

Reconozco que con el filme que hoy nos ocupa me asaltaron algunas dudas con respecto a si iba a terminar formando parte de mi colección. La cuestión es que se trata de una película de encargo, un remake  de una comedia negra italiana cuyo guión ha sido respetado prácticamente en su totalidad. De alguna forma temía que se tratara de un producto sin la marca de De la Iglesia, lo cual no hubiera sido de extrañar en tales circunstancias.

Perfectos Desconocidos - Filmfilicos Blog de cineEl argumento parte de una situación sencilla: durante un eclipse de luna, siete amigos (tres parejas y un soltero) se reúnen para disfrutar de cena y buena compañía. A excepción de Blanca (Dafne Fernández),  recién casada con Eduardo (Eduardo Noriega), el resto se conocen (o eso creen) desde hace tiempo. Los anfitriones son Eva y Alfonso (Belén Rueda y Eduard Fernández), un matrimonio que empieza a notar el desgaste que producen los años y la educación de una hija adolescente. La tercera pareja, Ana y Antonio (Juana Acosta y Ernesto Alterio), es la primera en mostrar al espectador que tienen algún que otro secreto que esconder al resto del mundo. Por último, Pepe (Pepón Nieto), es el último en aparecer, excusando la ausencia de una novia reciente a la que todos estaban deseando conocer. Hasta aquí, todo de lo más normal. Pero con la intención de darle vidilla a la comida, Blanca propone un juego: todos dejarán sus móviles encima de la mesa, y cada mensaje o llamada será compartido en voz alta con el resto. A pesar de la reticencia inicial, todos terminarán aceptando el desafío. A partir de ahí, lo que prometía ser una tranquila velada entre amigos se convierte en una escalada de enredos, mentiras, reproches y secretos aireados que pondrán a prueba sus relaciones, tanto de pareja como de amistad.

La película tiene un formato teatral: la mayor parte de la acción tiene lugar en la casa de Eva y Alfonso. Incluso la enorme luna que preside la noche desde la terraza tiene visos de ser más parte de un decorado que de un firmamento real. Eso hace que nos centremos en lo realmente importante en esta obra: sus personajes, que con sus luces y sombras componen la verdadera escenografía del filme. Son ellos, y el entramado que los une como una frágil y pegajosa tela de araña los que merecen toda la atención del espectador, sin mayores artificios ni juegos de cámara. Y es aquí donde Álex de la Iglesia deja su impronta: podrá ser un remake, pero sin duda los protagonistas, sus reacciones y relaciones, nos recuerdan al fértil imaginario del director. Los diálogos son ágiles, ácidos, y mantienen la atención y la tensión durante todo el metraje, y los actores (grandes Eduard, Nieto y Alterio) sostienen una historia que, como en algunas películas anteriores del cineasta, requerirá la suspensión de la incredulidad del espectador en su recta final.

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Si bien me declaro incondicional de su vertiente más gamberra y surrealista (La comunidad y Las brujas de Zugarramurdi se hallan entre mis favoritas), puedo concluir que el más reciente filme de De la Iglesia no me ha defraudado en absoluto.

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