Raya y el último dragón
Es tradición que una vez llegado el último mes del año se eche la vista atrás para repasar mentalmente lo que ha dado de sí el año que pronto llega a su fin pero también para recuperar cosas que en un momento determinado hayan caído fuera del propio alcance. Y en el caso de Disney con la gran cantidad de marcas que posee, y por el ende, el abultado número de estrenos que tiene cada mes, resulta en ocasiones difícil mantener el ritmo, por lo que el mes de diciembre en concordancia con las fechas más festivas es la mejor excusa para ese ejercicio de semi retrospección. Hoy os hablo de Raya y el último dragón.
En el reino de Kumandra los humanos y los dragones vivían en armonía, al menos hasta que unas fuerzas oscuras apodadas los Druun capaces de convertir a la gente en piedra amenazaron la paz del reino. Los dragones con el objetivo de frenar a los Druun y salvar a la humanidad optaron por sacrificarse concentrando todo su poder en un gema. Sin embargo, lo que parecía un gesto noble causó que Kumandra se dividiera en cinco reinos debido a las luchas de poder. 500 años después, los Druun han regresado y será misión de Raya encontrar al último dragón vivo para expulsar a esas fuerzas oscuras de su tierra y volver a reunificar el reino.
Su comienzo en el que narra la principales eventos de Kumandra en forma de sombras, siluetas y formas como preludio a la historia tiene reminiscencias de los clásicos de Disney que siempre sabían cómo captar la atención del espectador con muchas sencillez pero agarrarlo de manera irremediable. Y aunque suele ser habitual que este tipo de producciones tengan como público objetivo a un sector de la población de corta edad, lo cierto es que desde sus primeros minutos plantea de forma muy sencilla un conflicto que, pese a que es transversal para muchísimas edades, se siente un conflicto algo más adulto y que será gran parte del conflicto que ponga en movimiento la cinta.
Y pese a su comienzo algo más adulto sin ser completamente descorazonador, la película en ningún momento pierde de vista lo que realmente es: una historia de búsqueda y aventuras al uso. De hecho, cuesta no pensar en la escena inicial de En busca del arca perdida en todo lo que respecta a la gema, o comparando con los propios trabajos de Disney, con Atlantis: El imperio perdido, especialmente en con ciertas escenas del primer acto y por la mitología que se va creando alrededor de Kumandra, con la diferencia de que, mientras el filme de 2001 tenía unas mitades muy diferenciadas entre la aventura más pura y una gran ambición una vez se iba descubriendo el mundo en sí con un resultado algo más imperfecto, en el caso de Raya es algo mucho más accesible.
Hablar del trabajo en la aminación de las producciones de Disney a estas alturas es algo redundante. Es cierto que el nivel técnico y de detalle en cada uno de los elementos que aparece en pantalla es encomiable y que seguramente no hay otro estudio que llegue al mismo nivel en la actualidad, y eso en cada nuevo trabajo es notorio en aspecto tales como las texturas, los colores o el grado de foto realismo. Sin embargo, en este caso hay que detenerse en las escenas de acción, donde los animadores juegan con el espacio y los movimientos de cámara para crear secuencias muy fluidas y dinámicas, de modo que el ojo nunca pierde su objetivo principal y hace que el conjunto sea más vibrante.
Pero toda esa proeza técnica no se queda solo en un simple envoltorio de colores y formas, pues también resulta muy interesante ir descubriendo con los propios ojos de a poco toda esa mitología que se va pregonando sobre Kumandra, su división en varias regiones, los dragones o los Druuns con la moraleja principal de que los humanos son unos seres codiciosos por naturaleza y que parece imposible que se puedan poner de acuerdo en los asuntos más simples, ya ni hablar de los más complicados. Esto hace que la propia Raya, dentro de que sea la heroína clásica de una historia de aventuras al uso, sea una persona pesimista y desconfiada por naturaleza hasta el punto de que me cuesta recordar otro personaje de la factoría del ratón con el mismo carácter y demuestra hasta qué punto, por muchos largometrajes que Disney lleva a sus espaldas, que tiene capacidad para seguir sorprendiendo dentro de unos parámetros.
Sin embargo, no todo es tan brillante como parece. A pesar de que su comienzo no podría ser más prometedor, desde un punto de vista de guion vierten tal vez demasiada información nada más empezar la película y que el número de personajes secundarios resulta excesivo. Es cierto que hace que el ritmo no decaiga nunca, pero por otro lado les resta el foco a los personajes principales haciendo una malgama divertida pero hasta cierto punto impostada. Y con todo, resulta una cinta muy disfrutable, muy ligera y con la que es increíblemente fácil mantener una sonrisa durante todo el metraje.