Sombra y hueso. Segunda temporada
Hoy en día es normal que entre temporada y temporada de una serie pase mucho tiempo. Esto puede suponer dos escenarios: que la espera valga totalmente la pena o que las expectativas dilatadas por el tiempo se acaben diluyendo e inevitablemente lleven a alguna clase de decepción. Por desgracia, esta segunda opción es la que prevalece para la nueva temporada de Sombra y hueso.
Basada en la trilogía Sombra y hueso y en la duología Seis de cuervos de Leigh Bardugo, Alina y Mal han atravesado el Mar Verdadero huyendo de Ravka y manteniendo la identidad de Alina como Invocadora del Sol bajo secreto. Durante su huida, ambos trataran de encontrar el resto de los amplificadores con el objetivo de potenciar el poder de Alina. Pero esta huida no durará mucho tiempo, pues el General Kirigan tiene un nuevo poder mucho más peligroso y que pone en peligro el futuro de Ravka y del mundo.
Si en la primera temporada la mezcla imposible entre el primer libro de la trilogía original y tramas del primer libro de Seis de Cuervos se solventaba con un excelente resultado, en esta nueva temporada el mezclar tantos personajes no deja tan buenas sensaciones. Y lo peor de todo es que no sabría justificar mi respuesta achacándole la culpa a que justo el primer libro de Sombra y hueso es el más interesante de los tres, a que las licencias creativas que se han tomado con la historia de los cuervos no termina de estar bien ensamblada del todo, a que han juntado la trama del segundo y el tercer libro de la trilogía en una misma temporada o que directamente la involucración de Eric Heisserer en las labores de guion ha sido mínima, por lo que queda la impresión de que la mayor parte de la temporada ha ido con el piloto automático.
A esas dudas generadas hay que sumarle el hecho de un mal endémico de las series de Netflix, y es que que los capítulos se hagan excesivamente largos no ayuda a mantener el interés. Es cierto que el ritmo de Asedio y tormenta y Ruina y ascenso, el segundo y tercer libros de la trilogía respectivamente son bastante pausados y se centran en la historia de Alina y sus poderes, y que con los cambios introducidos desde la primera temporada respecto a la cronología y la historia de los cuervos significa que dichos personajes tienen otra clase de peso en la historia principal. De hecho, hay muchas escenas donde ellos mismos son cruciales para solventar determinadas situaciones en Ravka, solo que no terminan de estar tan bien encajados en la trama en esta ocasión. El montaje no es muy afortunado midiendo los tiempos entre una historia y otra, por lo que ello contribuye a que el interés también se disperse sin terminar de contentar a nadie. De hecho, me atrevería a ir un paso más allá y afirmar que casi hasta el ecuador de la temporada ninguna de las tramas es especialmente interesante hasta que por fin consiguen medirle el pulso, solo que tal vez ya es tarde.
Lo que sí sigue siendo una constante positiva es todo el trabajo de escenografía que se ve en pantalla. El cuidado dado para los escenarios tanto los más cerrados como aquellos en los que la inmensidad del lugar debe ser la protagonista, las muy solventes escenas de acción, la paciencia y los recursos audiovisuales para explicar mejor la geografía del mundo de los Grisha y que se sienta orgánica, de seguir expandiendo la mitología planteada y que a su extraña manera resulte fascinante o los efectos especiales para una producción de este calibre sean tan notables.
Y por supuesto, el aspecto más encomiable de la serie es el sobresaliente elenco que posee. Absolutamente todos los actores bordan su rol asignado respecto a su contraparte en los libros, destacando Ben Barnes como el General Kirigan que logra ser temible con cada aparición y creíble como esa persona cegada y sedienta del peor poder, Freddy Carter como Kaz Brekker, el enigmático líder de los cuervos y Kit Young como el carismático Jesper. Entre las nuevas adiciones al reparto, tengo que detenerme con Jack Wolfe como Wylan, cuyas escenas junto con los cuervos y especialmente con Jesper son un deleite absoluto, y Patrick Gibson como Nikolai, que si bien no es el personaje más estimulante de todos, sabe mantener un magnifico equilibrio entre la socarronería y la corrección política.
Pero a pesar de este pronunciado bajón de calidad en lo que a la historia se refiere, mentiría si dijera que tras ese último capítulo y las semillas que plantan para una más que potencial tercera temporada no tendría ganas de ver cómo continúa. De hecho, sería ver en pantalla por fin una de las mejores tramas de los libros, pero solo el tiempo dirá si hay una posibilidad de continuación o si por el contrario, este es el final de una historia que comenzó por todo lo alto y que por diferentes vaivenes no ha podido mantenerse en esa cima.