Strange Darling
De vez en cuando si hablamos exclusivamente de cine de terror se avistan ejemplos de películas sobre las que es mejor no saber casi nada o nada sobre ellas, pues el resultado es gratamente sorprendente si uno se adentra a ellas prácticamente a ciegas. Algunos de los nombres que se han beneficiado de este halo de misterio han sido La cabaña en el bosque o Barbarian. Aunque ese recurso exclusivo del secretismo si no se emplea bien desemboca en inevitables decepciones, en el caso de la película de hoy me complace comprobar que pertenece al primer grupo.
Ambientada en Oregón, la historia se centra en la aventura de una noche entre un hombre y una mujer que pronto dará lugar a un siniestro y tenso juego del gato y el ratón.
Nada más comenzar la cinta se puede apreciar el gusto del director y guionista por el pasado, tanto en su forma y su contenido. La forma de presentar los hechos que podía remitir a La matanza de Texas y poner en alerta al espectador sobre lo que está por ver, el uso predilecto de los 35 mm que le da ese aire mucho más retro o la estilización de los títulos de crédito más propia de tiempos pretéritos. Y la decisión de presentar la historia en forma de capítulos mas un epílogo a simple vista podría parecer un capricho, pero a medida que se van sucediendo queda bastante claro que la película se beneficia enormemente de esa estructura y que de tratarse de otro tipo de narrativa el resultado no sería ni de lejos tan notable.
Porque a pesar de que el filme se enorgullece y se empapa de influencias del pasado, su decisión en cuanto a su estructura supone revertir constantemente las expectativas. El paso de un capítulo a otro puede sentirse brusco y dejar muy descolocado, pero eso no hace más que jugar con la intriga del espectador y de la propia historia, pues cada vez que la acción parece encaminada hacia un lugar común o preconcebido del terror, el guion se encarga de hacer un giro de 180 grados y llevar la acción por otro camino, uno que desconcierta e intriga a partes iguales. A llegar a su nudo, quedan más patentes que sus influencias también van a venir de la mano de Tarantino y Fincher. Del primero por esa estética tan pop, de colores brillantes y conversaciones triviales que aparentemente no tienen nada de importante pero dicen muchísimo y del segundo por los giros alocados pero lógicos, el nihilismo, un completo control sobre el montaje y los personajes complejos que desfilan por la pantalla. Es difícil fusionar rasgos de dos grandes e influyentes directores en un largometraje y hacerlos propios, pero J.T. Mollner lo consigue.
Por si fuera poco, a través de ese ejercicio de deconstrucción del thriller y el terror la película también ofrece un pequeño comentario sobre los roles masculinos y femeninos. Resulta inevitable que en determinadas situaciones uno le asigne un rol muy concreto a cada una de las partes, y más cuando en apariencia hay evidencia que apoya esos roles. Sin embargo, nuevamente gracias a la estructura que propone la cinta, esas preconcepciones están en constante duda y casi hasta el final no terminan de esclarecerse, manejando con un pulso maestro como nunca un juego del gato y del ratón cargado de adrenalina, violencia y ritmo endiablado.
A la hora de hablar de los actores, la cinta tiene un reparto muy pequeño, donde casi queda reducido a la pareja protagonista y un puñado de personajes secundarios cuya presencia es tan solo anecdótica. Y si bien Kyle Gallner realiza un más que notable trabajo con su personaje, generando la intriga necesaria para mantener en alerta a los espectadores y jugando son esas preconcepciones, indudablemente la estrella de la función es Willa Fitzgerald, con un personaje lleno de matices, estados de ánimo cambiantes pero balanceados con la precisión de un reloj, una seguridad encomiable en todos sus actos, una determinación como pocas a seguir con vida tras toda la persecución y el mismo jugueteo que su contraparte masculina con las preconcepciones que lo hace icónico por méritos de guion y por la entrega de la propia actriz.
En general, se trata de una de las sorpresas más gratas del año que demuestra que pese a lo manida que pueda estar una historia, con la vuelta de tuerca adecuada puede resultar muy estimulante.