The Monkey
Si a la hora de vender una película de terror el reclamo para atraer al público son los nombres de Stephen King, James Wan y Osgood Perkins, quien el pasado 2024 cosechó grandísimos elogios por su trabajo como director en Longlegs, la cinta en cuestión se vende sola. Y resultaba curioso que por los avances del filme el tono que podía intuirse era de pura diversión con altas dosis de sangre, y con una premisa diametralmente opuesta a su última película, por lo que era una oportunidad jugosa por ver si Perkins podía salir airoso de esta nueva situación.
Basada libremente en el relato corto homónimo de Stephen King, la historia se centra en Hal y Bill, dos gemelos que siendo niños descubren en el antiguo armario de su padre un espeluznante mono de juguete. Pronto averiguan que al darle cuerda al mono, suceden una serie de extrañas muertes. Los hermanos deciden deshacerse del mono ante tanta tragedia y continuar por separado sus vidas, pero años más tarde esas mismas muertes tan accidentadas están volviendo a suceder y los gemelos deberán reunirse para destruir el mono de una vez por todas.
Si la decisión de adaptar una novela al cine o la televisión suele ser una tarea ardua, adaptar una historia corta es una tarea incluso más difícil, pues de manera inevitable hay que alargar la historia original, darle otro enfoque conservando la esencia o agregar elementos a la narración que la mantengan a flote hasta el final, decisiones que generan resultados disparejos. En este caso, al haber leído el relato original me generaba dudas el enfoque que se le podría dar a la historia. Sin embargo, nada más comenzar la película las cartas parecen extenderse sobre la mesa dejando claras las intenciones y el tono: el mono por supuesto va a ser el elemento principal y las muertes más rocambolescas dignas de las mejores entregas de Destino final o 1000 maneras de morir van a ser lo más memorable de toda la cinta. Pero para bien y para mal, el filme va más allá de las muertes creativas e intrincadas.
Al igual que el relato original, y esto también es notable desde la primera escena, Osgood Perkins quiere centrarse en los efectos nocivos que puede tener un trauma generacional en la familia, convirtiéndose en algo que acaba corroyendo a padres e hijos por igual en un ciclo vicioso que parece no tener fin hasta que una de las partes decida aniquilar de raíz ese trauma, generando consecuencias drásticas. Ese mono es la representación visual del trauma y el mundo es su patio de recreo. Aunque incorporar a la historia un tema tan solemne como el trauma que se pasa de padres a hijos exige un tratamiento más serio, uno que la cinta sí se lo otorga. Pero al mismo tiempo refleja un problema que hiere a la película gravemente: no saber mantener un equilibrio adecuado de tonos, o mejor dicho, pasarse de frenada con los tonos.
Esto puedes ejemplificarse en las escenas de las muertes, donde tal vez abrazar por completo la comedia debido a las muertes repentinas, la naturaleza disparatada o inverosímil de las mismas hubiese sido la mejor opción; o en una de las escenas más potentes del clímax que viene a resolver todo el conflicto relacionado con el trauma, el entendimiento y el perdón, que por definición debería ser un momento en el que el espectador estuviera totalmente dentro de ese dilema, pero la comedia absurda se cuela por las rendijas varias veces, levantando las cejas y diluyendo gran parte del efecto que se pretendía conseguir. Tampoco ayuda el hecho de que esa coctelera que en teoría debería presuponerse simple a través de un juguete asesino haya tantas referencias oníricas que se sienten como un intento de alargar metraje o que al principio se presupongan metáforas abstractas y que finalmente no sean algo más de carne y hueso sin mucho sentido o explicación de cómo han llegado ahí.
Pese al baile desigual entre la comedia y el drama, es de admirar que los actores salgan bien parados del mejunje. Especialmente Theo James en un doble rol donde interpreta a los dos gemelos Hal y Bill, cada uno con sus diferentes personalidades, modos de afrontar la vida y el dolor e incluso diferente voz. Durante la mayor parte de la película su trabajo se limita solo a Hal, pero cuando Bill entra en escena todo el esfuerzo por construir dos personajes es muy notable. Lo mismo puede aplicarse a Christian Convery como la versión joven de ambos gemelos, haciéndolos todavía más diferentes entre sí.
A pesar de sus defectos, la cinta consigue ser bastante entretenida, donde la mayor parte del tiempo se siente como una gamberrada que no debería existir pero que por algún motivo ha logrado hacerse camino, como el propio mono que siempre parece volver.