Longlegs
No es sorprendente el papel que desempeña el marketing a la hora de atraer al público al cine. El interés de los potenciales espectadores debe avivarse de algún modo y ahí es cuando el departamento correspondiente debe jugar sus cartas para llamar la atención del mejor modo posible entre una competencia feroz. En el caso del terror es relativamente fácil colocar coletillas como “la película más terrorífica del año, del lustro, de la década” o del tiempo que cada uno crea conveniente; “el público se salió de la sala debido a la alta violencia gráfica, hubo vómitos, desmayos o incluso tuvo que venir la ambulancia” o “se trata de un nuevo clásico del género, un clásico de culto o ha nacido una estrella” respecto a directores o actrices son formas lícitas de vender una cinta, solo que de tan recurrentes que se vuelven en la mayoría de los casos han perdido el significado, por lo que resultan más frases hechas dispuestas a crear unas expectativas que en el 90% de las ocasiones esas declaraciones tan grandilocuentes no son más que humo. Pero hay ocasiones donde la campaña de marketing es tan brillante que uno no puede dejar de lado la curiosidad y necesita comprobar por sí mismo si todos los halagos son reales. A veces uno puede encontrar un espectacular oasis sin pretenderlo, como es el caso del filme de hoy.
Lee Harker es una novata agente del FBI a la que se le asigna el caso sin resolver de un asesino en serie que va asesinando familias. A medida que se van descifrando detalles de la investigación, los hallazgos se van volviendo más macabros, y todo parece apuntar que Lee guarda una extraña relación con el asesino, pero deberá detenerlo antes de que continúe con su carnicería.
Lo primordial de la película es la importancia que le concede Osgood Perkins a la atmósfera. Desde la desasosegante escena inicial uno se siente preso de unas tinieblas muy espesas, como si hubiese caído en un pozo de alquitrán que se va haciendo más denso a medida que avanza el metraje. Algo que contrasta con la prístina nieve rural que envuelve el paisaje y el encapotado cielo, pero solo por la manera tan inteligente que usa las dimensiones del marco, el fuera de campo y los sutiles planos hasta que con un golpe de efecto crean una sensación de inquietud que se enquista durante toda la película. La cinta está cargada en cada fotograma con una oscuridad que prácticamente se puede palpar ya sea en los graneros abandonados, en tenues despachos del FBI, en abultadas casas de pueblo o en los amplios pero decadentes planos de exteriores en forma de páramo. Siempre queda la sensación de que hay algo terrible que se esconde entre las esquinas, listo para saltar y clavar los colmillos en lo más profundo de la carne, dejando heridas que por mucho que se cubran están ahí para recordar la pura maldad.
El sobresaliente trabajo de Perkins en cuanto a la ambientación no es novedad, pues resultaba igual de estimulante y rebosante de personalidad en Gretel y Hansel. Y habría sido muy conveniente dejarlo todo al servicio de la atmósfera y el lenguaje visual y que le historia fuera lo de menos. Pero al igual que ocurría con su anterior trabajo, la historia está a la altura del envoltorio. Por supuesto que con la investigación y la oscuridad tan presente saltan a la vista las referencias de El silencio de los corderos, Seven o Zodiac, todos thrillers cocidos a fuego lento que no escatimaban con asesinatos macabros, nihilismo, un antagonista memorable y unos protagonistas con un caso que le estaba poniendo contra límites físicos y mentales. Longlegs sigue la estela dejada por estos icónicos thrillers, pero donde su director se muestra como un maestro es al ir un paso más allá de sus referentes, abrazando por completo el terror conforme va avanzando la investigación.
Las piezas del enigma se han ido sembrando a lo largo de las partes de la película, y para cuando llega el tercer acto, todas las incógnitas son resueltas con una resolución incluso más inquietante de lo que podría haberse imaginado. Sin hacer muchos spoilers, ya que no privaría a nadie de esta contemplación tan profunda a las entrañas del abismo, al final la clave de la cinta no es solo el porqué Longlegs se dedica a asesinar a unas familias dentro de unos determinados parámetros, sino el calvario que sufre la agente Lee Harker para desenmascarar la verdad y sus terribles revelaciones, unas en las que ella esta directamente involucrada como bien se encarga el guion desde el principio de señalar y de romper esa infancia que dista de ser idílica, pero que la realidad vista con los ojos de adulta es mucho peor, desembocando en un final que rivalizaría con La niebla a la hora de definir la palabra desesperanzador.
Capitanear un proyecto de semejante calibre no es nada fácil, pues se necesita una actriz curtida en el género y un antagonista a la altura. Maika Monroe ha demostrado en numerosas ocasiones que el terror y ella se entienden a la perfección, solo que para esta ocasión encarnando a Lee Harker su sudor, su sangre y sus lágrimas parecen empañar la pantalla, pues se nota que es un papel por la naturaleza intrínseca del mismo para el que ha sudado tinta. Gran parte del sobresaliente marketing de la película se debe a como se han vendido la interpretación de Nicolas Cage como el asesino Longlegs o como se ha escondido su temible aspecto. Si hablamos de la actuación en sí del conocidísimo actor, se puede decir que es una muy buena interpretación pero al mismo tiempo es lo que alguien podría esperar de Nicolas Cage a estas alturas: una mezcla sin igual entre estar pasadísimo de vuelta, no tomarse demasiado en serio a sí mismo y agregar el punto justo de locura que haga de él alguien muy, muy inquietante, capaz de helar la sangre en las pocas ocasiones que sale en pantalla, similar al Hannibal Lecter de Anthony Hopkins. Y si hablamos de escalofríos que recorren la espina dorsal, no puedo dejar de lado a Alice Witt como Ruth, la religiosa madre de Lee que logra intimidar a través del teléfono y actúa con una frialdad y una maldad que haría que cualquier mandíbula se desplomase hasta el subsuelo.
Osgood Perkins ya se había erigido como una nombre a tener en cuenta dentro del terror, pero con esta película entra directamente en el Olimpo de imperdibles por mérito propio. Y la buena noticia es que su siguiente proyecto tiene pinta de que llegará mucho más pronto de lo que se pueda pensar.