V de Vendetta
El increíble talento de las Wachowski, responsables de la trilogía de Matrix, se ve reflejado en el poder de una máscara. La máscara de la verdad, del simbolismo ideológico y de la venganza.
De la historieta escrita por Alan Moore, llega a la gran pantalla en el 2005, V de Vendetta de la mano del director James McTeigue y de las Wachowski, un film de ciencia ficción que no ha dejado indiferente a quien lo ha visto. Ambientado en un Londres futurista en el que un régimen, liderado por un cobarde que sólo se deja ver por televisión, se encuentra en el poder debido a la recurrencia de sus armas más letales: el miedo para ejercer el control, la manipulación de los medios de comunicación, la violencia como herramienta principal y la destrucción de un pueblo que se ve perdido (cualquier parecido con la actual realidad venezolana es pura coincidencia).
El simbolismo es el elemento reinante en una película cargada de mensajes y referencias literarias y políticas del pasado, abriendo paso a un presente que se forja sobre las bases de la perdición y de la decadencia, de la muerte y el fascismo.
Su personaje principal, V, el enmascarado héroe de esta historia, es el símbolo mismo de la venganza, de la sed de destruir a todos aquellos que lo convirtieron en un monstruo y que convierten a Londres en un estado donde prevalece el interés de un reducido número de personas, que se benefician del sufrimiento del pueblo. El no poder verle nunca el rostro a V, lo vuelve casi un objeto, lo vuelve un producto, algo inhumano y superficial, pero la maravillosa actuación de Hugo Weaving lo hace humano a pesar de no mostrar nunca las expresiones faciales ni su mirada. La manera de poetizar al personaje es sencillamente perfecta y hace de V un terrorista al cual apoyamos.
V se encuentra entre la vida y la muerte, entre las ganas de vivir para castigar y la inminente muerte a la cual conlleva su venganza, ya que una vez consumada, la venganza ya no existe. Pero mientras lo hace, vive en contra de todo pronóstico. V continua con vida a pesar de todos los atentados de muerte, ya que es un ser hecho de ideas y como él mismo proclama: “las ideas son a prueba de balas”.
Un hermoso y melancólico mensaje sobre el poder de las ideas y de los principios, y un contexto romántico sobre la ejecución de las mismas, siendo éstas siempre peligrosas, sin importar de qué bando se encuentren. Para otorgarle un rostro a la venganza y a la emoción, se encuentra Evey, interpretada por una joven Natalie Portman con acento británico, quien es la contraparte de V, llena de dulzura pero a su vez con una rebeldía inquietante.
La relación que se crea entre ambos personajes y que posteriormente quiere consumarse en el contacto físico, hace de esa imposibilidad algo excitante. El hecho de que Evey se enamore de V sin poder verlo es totalmente cliché, partiendo del pensamiento en que quizás no está realmente enamorada de la idea que representa V, sino de la fuerza que éste posee para defenderla. Cuando a Evey no le queda más remedio que besar la máscara, está besando a la imposibilidad misma de amar, ya que la idea se antepone a todo sentimiento de vulnerabilidad. La máscara actúa como barrera entre lo que V es y lo que quiere representar.
Con el gran Tchaikovsky de fondo en las escenas más sorprendentes, esta cinta repleta de persecución a opositores políticos, censura de los medios de comunicación, minorías ideológicas, limitación de la libertad, racionalización de alimentos, violencia, inseguridad y maltrato, será capaz de transportarnos a un universo paralelo – o no tanto –, donde dichos elementos son los protagonistas dentro de un régimen lleno de odio, tan veraz que podrás sentirlo en tu piel.
Repito, cualquier parecido con la realidad actual de Venezuela (y de otros países), es pura “coincidencia”.