Visiones del más allá
Esta película se presenta ante al público como un filme de terror, incluso he leído algunas opiniones de la crítica donde se habla positivamente de ella. Fue presentada en el “Screamfest LA International Horror Film Festival”, que si bien los festivales no son garantía de calidad, suelen encontrarse buenas propuestas. Y es que ante el “horror” poco efectivo que muchas películas actuales nos venden, resulta necesario pedir algunas referencias antes de perder el tiempo viendo algo que no cumpla con su papel y después de revisar algunas opciones entre el cine independiente, esta parecía ser una buena opción.
Me motivé un poco más a verla porque entre el reparto está Lin Shaye, considerada como una reina del grito por sus diversas participaciones en películas del género que han quedado grabadas en la memoria de los fans; por lo que supuse que sería un trabajo de calidad.
Nada más lejos de la verdad. Tim Sullivan, su director, nos cuenta la historia de David Forrester (Ricky Ullman), un joven que no logra superar la muerte de su hermano mayor y lo demuestra con comentarios y platicas con tendencias suicidas, por lo que sus preocupados padres Nancy (Lin Shaye) y Rich Forrester (Marc McClure) deciden enviarlo a un campamento de readaptación social llamado Driftwood, en el lugar permanecen en supuesta terapia varios jóvenes revoltosos que son sometidos a maltratos y vejaciones por parte del director del campamento, el Capitán Doug Kennedy (Diamond Dallas Page). En sus vagos intentos por salir de ahí, David será atormentado por el espíritu de un interno que murió en el lugar de manera misteriosa.
Como argumento general no está del todo mal; aunque resulta bastante trillado, al principio engancha. Pero fuera de ajustarse a una historia de terror, lo único que verdaderamente da miedo es la homofobia de los encargados del centro, varios de los jóvenes recluidos en el lugar, están ahí porque han sido acusados de ser homosexuales, como si al serlo estuvieran cometiendo un delito. Pero más allá no hay nada alentador, nada que espante, los pocos efectos utilizados son tan malos que uno se imagina que en lugar de estar viendo un filme del año 2006, es de finales de 1800 y aun así seguirían pareciéndome malos.
Y es que montar una producción con bajo presupuesto de ninguna manera está peleado con la calidad o con contar historias originales que enganchen al público y brinden la oportunidad de ofrecerle algo diferente. El trabajo de Tim Sullivan no es del todo malo, quizá quitándole la etiqueta de terror y prescindiendo de la historia fantasmal, hubiera resultado un drama mucho más efectivo y atrayente.