Durante las décadas del 60 y del 70, varios países sudamericanos fueron sometidos a dictaduras militares, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Brasil son algunos de los países que vieron sus democracias interrumpidas y tuvieron gobiernos autoritarios donde se cometieron violaciones a los derechos humanos. Las heridas provocadas en esa época siguen abiertas y muchos testimonios siguen apareciendo como recordatorios hacia un mundo de memoria corta y olvido selectivo.
Aún Estoy Aquí (título español para Ainda Estou Aquí) es uno de esos testimonios. La cinta gira en torno a la desaparición de Rubens Paiva por parte del gobierno militar y está dirigida por Walter Salles (su primer largometraje de ficción en 12 años!) quien de niño conoció a la familia Paiva. Este último detalle es particularmente importante porque estamos ante una película personal, lo cual explica la sensibilidad del director en presentar a esta familia. La primera parte del relato nos muestra la dinámica familiar, Rubens y Eunice Paiva y sus 5 hijos, viven en un casa vecina a la playa en Rio de Janeiro. Rubens ha sido Diputado y ahora se dedica a la construcción, es un padre amoroso, encantador, un esposo ejemplar y un hombre respetado. Lo mismo se puede decir de Eunice, la mujer que conduce la familia y que es la primera en sospechar que la armonía familiar está siendo amenazada por una nube negra definida por la presión política del momento.
Estas primeras escenas alternan una impecable fotografía en 35 mm e imágenes de la cámara casera de la familia. Hay una libertad en las imágenes al mejor estilo de la nouvelle vague, con un lente que parece un miembro más de la familia, que captura perfectamente el espíritu envolvente de este clan, lleno de cotidianeidad, música, invitados y mucho soufflé. Sin embargo, Salles se encarga que la sombra de la dictadura esté presente, en noticias en la tv o cuando al momento de tomarse una foto grupal por la despedida de una de las hijas, Eunice ve como los camiones cargados de soldados pasan por la calle.
Eventualmente, la represión toca la puerta de la familia Paiva. La fuerza invade su casa y los amigos del barrio son reemplazados por agentes de seguridad sin invitación. Rubens es llevado a dar su testimonio y Eunice asume el liderazgo de un hogar confundido y aterrorizado. Lo que viene después es presenciar la angustia del secuestro, la impotencia de la injusticia y finalmente, la resignación de la desaparición. El acto final de la película convierte todos esos sentimientos en el impulso para un nuevo rumbo para Eunice y sus hijos. La esperanza convertida en lucha.
Aún Estoy Aquí es un thriller político encubierto de historia familiar, al estilo de La Historia Oficial (1985) y mantiene la tensión de clásicos como Z (1969) sin perder la identidad del Brasil en el que se desarrolla. Su éxito radica en la brillante dirección de Walter Salles, que se concentra en el impacto de la turbulencia en las personas antes que en tratar de graficar los actos de horror mismos.
El otro elemento fundamental en la cinta es la poderosa actuación de Fernanda Torres como Eunice Paiva. La actriz brasileña consigue un personaje de matices humanos, de gestos y miradas casi pudorosos, consciente de su rol de cabeza familiar dentro del desconcierto de la coyuntura pero sin permitir que sus emociones la derrumben. Su rostro refleja la vida interrumpida y se convierte en el verdadero discurso de la historia. En un personaje que pudo fácilmente ser sobre dramatizado, Torres es discretamente natural y tan terrenal como el amor por su familia se lo permite. 26 años después que su madre, la gran Fernanda Montenegro se convirtió en la primera actriz de su país en recibir una nominación al Oscar, Torres se convierte en la segunda y vaya si es un honor merecido que podría convertirse en estatuilla este fin de semana.
Aún Estoy Aquí es una película necesaria y conmovedora, que vuelve a poner al cine brasileño en el ojo mundial y que debería ganar, con justicia, el Oscar a Película Internacional al que está nominada.