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Diarios de motocicleta | Crítica de la película

Sigo el periplo de comentar mis películas preferidas con motivo de los 10 años Filmfilicos. Y hoy le toca el turno a Diarios de Motocicleta, una película argentina dirigida por Walter Salles con guion de José Rivera (basado en los libros de Ernesto ‘Che’ Guevara).

De que trata la película

En 1952, Ernesto Guevara (interpretado por Gael García Bernal) de 23 años, todavía estudiante de medicina, recorrió América del Sur, con su amigo Alberto Granado (Rodrigo de la Serna), en una destartalada motocicleta.

Sabiendo que pronto se le abrirán las puertas profesionales y se le terminará, digamos, la libertad juvenil, los dos amigos emprenden un viaje de descubrimiento de la rica y compleja topografía humana y social del continente latino americano. Los dos dejan atrás la familiaridad de Buenos Aires a lomos de una desvencijada moto Norton de 500cc: La Poderosa, inmersos en un romántico espíritu aventurero. Aunque sus deseos son ambiciosos y su equipaje, así como el medio de transporte, bastante precario, conseguirán ir superando todos los inconvenientes con todas las ganas y el esfuerzo que le ponen.

Por un percance, su viaje dará un giro, que les llevará a implicarse más con los indígenas locales y hará que los jóvenes se vuelvan muy sensibles con las situaciones de pobreza que viven las clases más bajas frente a la opulencia de las más pudientes. A Guevara se le despertará una conciencia muy profunda y empezará a orientar sus principios personales y políticos, posicionándose del lado los más necesitados. El viaje creará las bases de la lucha que posteriormente llevaría este guerrillero revolucionario.

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Crítica de Diarios de motocicleta

Aunque no os lo creáis, comencé a ver la película sin saber quien era el personaje protagonista. No porque no supiera de su existencia, sino porque alguien muy especial me la recomendó al saber que me gustaba “lo de viajar en ese plan”. Entonces cogí la película y me puse a verla sin ningún tipo de intoxicación informativa.  Conforme iba avanzado el metraje, fui atando cabos y la sorpresa fue mayúscula. Por este motivo, dejaré de lado mi postura hacia el Che, aunque si me leéis de normal, la sabréis de sobra. Y me centraré en lo artístico de la película, así como en su interesantísima historia, a lo que siempre le doy mucho peso.

Diarios de motocicleta está genial. Su dirección es excelente, la actuación de los dos protagonistas bárbara. La música te llega dentro. De hecho logró el Oscar a Mejor canción original aquel año, no exento de polémica. No conozco al 100% la historia, pero fue algo así como que los organizadores dijeron que Jorge Drexler no era lo suficientemente famoso para interpretar su brillante canción en el escenario y prefirieron que cantara Antonio Banderas, acompañado a la guitarra por Carlos Santana… todo muy loco. Cuando se alzó con la estatuilla, Drexler, en lugar de dar un discurso con los típicos agradecimientos, prefirió hacer esto: Click aquí para empezar a emocionarte.

Sé que esta película (este tipo de películas) no es para todo el mundo, tienes que tener esa sensibilidad concreta, esa pasión por experimentar y disfrutar de lo mas primario. En mi caso concreto, al ver Diarios de motocicleta se alimentan mis sueños de viajar por el mundo… que está muy bien viajar con todo incluido en hoteles de lujo y visitar los sitios mas ricos del mundo, pero que nadie piense que esos lugares son los más impresionantes. Hay muchos otros lugares, desconocidos, que pasan desapercibidos, con gente humilde, que llegan a impresionar más si te tocan algo en el interior, como sucede en esta historia que nos acontece.

Viajar en esas precarias condiciones es muy duro, pero se puede tornar tan gratificante. Al enfrentarte a los elementos consigues superación personal, encontrarte con tu yo interior y a veces cambiarlo o que cambie sin darte cuenta. Por eso es tan normal que en este tipo de viajes pierdas muchas cosas, pero ganes otras, seguramente alejadas de lo material. Cuando he realizado algún viaje así (menos de los que me gustaría y sin duda no tan extremo con el de la película) me gusta afrontarlo con mucho esfuerzo, amabilidad, empatizando con mi entorno, con bueno rollo, la mente abierta, con ingenio, mucho humor y dejándome llevar. De esa forma, cualquier cosa que suceda la puedo afrontar de la mejor forma y siempre enriqueciéndome de la experiencia.

Como curiosidad final, la casualidad (o no tanta) que Eric Gautier, director de fotografía de la película, sería, años después, el director de fotografía de Hacía Rutas Salvajes.

Y tú, ¿Estarías dispuesto o dispuesta a emprender una aventura como la de Diarios de Motocicleta?

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