Calibre
Hoy mi reseña se aleja de las comedias de las últimas semanas para recomendaros un thriller británico de bajo presupuesto, una de esas películas distribuidas por Netflix que pasa casi desapercibida y que cuando la ves cruzar la pantalla piensas que va a ser una pérdida de tiempo (como por desgracia ocurre cada vez con más frecuencia con muchos de los filmes que ofrece el gigante del streaming). Sin embargo, y gracias a la recomendación de un amigo cinéfilo, me animé a verla y me encontré con toda una joyita que no sólo te mantiene en vilo durante gran parte de su metraje, sino que tras su visionado te hace reflexionar sobre los borrosos límites de la ética del ser humano.
En Calibre (Matt Palmer, 2018), conoceremos a Vaughn (Jack Lowden, Dunkerque) y Marcus (Martin McCann, The Frankenstein Chronicles), dos buenos amigos de toda la vida que deciden ir a pasar un fin de semana de caza a un remoto paraje del norte de Escocia. Vaughn, más apocado e inseguro, acaba de enterarse de que va a ser padre, mientras que Marcus pronto demuestra llevar la voz cantante en la relación. Sin embargo, tras un accidente, los acontecimientos se precipitarán en una vertiginosa escalada que hará pender de un hilo los principios y las vidas de nuestros protagonistas…
Y hasta ahí puedo leer.
Aparte de los mencionados Lowden y McCann, el reparto cuenta con otras pocas caras conocidas, como las de Tony Curran o Ian Pirie en el papel de lugareños residentes en el pequeño pueblo escocés venido a menos donde tiene lugar parte de la acción. Los cuatro ofrecen unas actuaciones más que solventes, y especialmente eficaces en el caso de Lowden y Curran, con unos personajes llenos de matices más sutiles y soterrados que los del resto.
El trabajo de Matt Palmer tanto a nivel de dirección de actores, como de montaje y escenografía, resulta realmente sorprendente para tratarse de una opera prima. Autor también del guión, Palmer me ha parecido sin duda un cineasta a tener en cuenta en el futuro. La creación de un ambiente enrarecido y el manejo de la tensión desarrollados en este filme no dejan entrever su falta de experiencia, más bien nos hablan de un gran conocedor del medio, en especial de cómo funciona un buen thriller. La historia, las reacciones y las decisiones de los protagonistas generan en el espectador un desasosiego creciente y una malsana preocupación por lo que pueda sucederles. Y todo eso con un presupuesto y unos medios que se notan más que ajustados pero que han sido aprovechados al máximo, por ejemplo en la fotografía de los impresionantes parajes del Parque Nacional Beecraigs de Escocia donde tuvo lugar parte del rodaje.
Otro de sus aciertos es su metraje, unos 100 minutos que en sus tres cuartas partes te mantienen pegados a la butaca y preguntándote qué va a ocurrir a continuación. Palmer no se pierde en extensas presentaciones de los distintos personajes (apenas unas pocas escenas son suficientes para situar a los principales), ni en recursos tan en boga como largos planos secuencia o montajes que juegan con el tiempo. Se nota que cada elemento ha sido medido y planificado para exprimir la acción al máximo, lo cual dota a la película de un realismo que es de agradecer en este género.
No puedo más que recomendaros este desconocido y pequeño thriller. Tanto su desarrollo como su final os darán que pensar…