Cats
Hoy quiero romper una lanza en defensa de Cats, la adaptación de Tom Hooper del musical del mismo nombre, sobre la que se han vertido toneladas de críticas desde su estreno. No negaré que algunas son justificadas. La mayoría, sin embargo, parecen fruto del desconocimiento del musical original, o simplemente de la oleada “hater” que parece haber envuelto a esta producción desde su primer trailer.
En primer lugar, tengo que aclarar que desde pequeña adoro los musicales, y con este término no me refiero sólo al cine de ese género, sino a los nacidos del y para el teatro, en Broadway y en el West End, cuyos personajes se expresan cantando y no hablando, y que suelen incluir aparatosas coreografías y puestas en escena. Y si hay tres musicales que se han convertido en referentes por su larga vida en cartel (en torno a los veinte años), esos son son Los Miserables (que el propio Tom Hooper adaptara en 2012), El fantasma de la ópera (adaptada por Joel Schumacher en 2004), y sí, Cats.
La de hoy va a ser una reseña algo diferente, pero espero que la disfrutéis igualmente y que, aunque no os animéis a ver esta película (y podéis tener muchas y variadas razones para no hacerlo), al menos no os dejéis llevar por críticas sin fundamento, como las que he oído/leído en los últimos días en las redes y que a continuación trataré de rebatir o explicar:
“La película no tiene argumento”
Pues resulta que tiene exactamente el mismo que el musical: una noche al año, la tribu gatuna de los Jélicos se reúnen bajo la luna llena para que su líder, Deuteronomio, escoja al mejor gato, aquel que merece renacer en una nueva vida. Y para defender su candidatura, cada uno de ellos canta una canción en la que habla de sí mismo. El villano de la historia, Macavity, hará lo posible por estropearle la noche a los Jélicos… y básicamente eso es todo.
Al igual que en el musical, esta débil trama se desarrolla a través de las canciones, y los diálogos son muy escasos.
“Las canciones tienen letras tontas”
Pues el autor de esas “letras tontas” es T. S. Eliot, poeta, dramaturgo y crítico literario americano afincado en Reino Unido, considerado una de las figuras más importantes del panorama literario del siglo XX. Premio Nobel de Literatura, por cierto.
Resulta que durante un tiempo, Eliot incluyó en sus cartas a sus jóvenes ahijados diversos poemas sobre gatos, que fueron recogidos y publicados en 1939, bajo el título “El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum”, el cual se hizo muy popular en Inglaterra. Andrew Lloyd Webber, el laureado compositor y productor de musicales (al que debemos Evita, El fantasma de la ópera o Jesucristo Superstar), decidió poner música a este conjunto de poemas para crear un espectáculo distinto a cuantos se habían hecho hasta entonces, mezclando la danza clásica con los estilos más modernos de baile a principios de los ochenta.
Webber incluso pidió permiso a la viuda de Eliot para incluir un par de poemas inéditos, uno de los cuales le dio de la oportunidad de añadir un toque dramático a la historia de sus Jélicos, y que terminaría convirtiéndose en un himno versionado en incontables ocasiones: “Memory”.
Así que no, las canciones de Cats no tienen letras tontas. Fueron originalmente escritas para un público infantil y tienen un tono jocoso y festivo algunas, y melancólico otras. En la película se respeta casi todo el libreto original. Eché en falta “La balada de Billy McCaw”, y han añadido “Beautiful Ghosts”, con música de Webber y letra de Taylor Swift.
“El CGI deja mucho que desear”
Pues sí. Para el dineral que se han gastado, el tipo de producción que es y los tiempos que corren el CGI se queda bastante corto. El pelaje está muy conseguido, pero los movimientos de algunas coreografías pierden fluidez y fuerza, y algunas caras (sobre todo las de los ratones) no están correctamente integradas. Es una lástima, la verdad, y ha sido mi única gran decepción con respecto al filme.
“Los gatos parecen personas. Hasta llevan sombreros, pantalones o zapatillas”
A ver… el musical está protagonizado por personas que hacen de gatos que se comportan como personas. Sí, es absurdo. Pero ese absurdo forma parte de la idiosincrasia británica (¿os suena Alicia en el País de las Maravillas?). Gente quejándose porque es imposible que un gato se haya hecho de una chaqueta con lentejuelas, una chistera o unas zapatillas… como si fuera posible que un gato bailara o cantara para empezar.
Es cierto que te puede gustar más o menos el maquillaje (sí, yo también hubiera preferido que les pintaran las naricillas, aunque en el libreto de mi CD del musical, copia del original de vinilo de 1981, aparecen fotos en las que el elenco NO lleva apenas maquillaje y carece de rasgos gatunos. Tal vez Hooper simplemente pretendía rendir homenaje a las primeras temporadas del musical en Londres, a comienzos de los ochenta), pero Cats conserva el espíritu del musical a la hora de mostrar las manos en lugar de las zarpas (lo que ayuda a la hora de expresarse por medio del baile). En el mismo musical también se hacía uso de mitones, calentadores, zapatillas de ballet, chaquetas iluminadas con bombillas, abrigos… El filme ha prescindido de muchos de estos elementos y ha conservado otros. Supongo que en eso consiste una adaptación.
“¡Ratones y cucarachas!”
Ninguna novedad. En el musical eran los propios gatos disfrazados, y hubieran podido protagonizar una película de Cronenberg.
“Hay demasiadas insinuaciones sexuales en el comportamiento de los gatos”
Como una imagen vale más que mil palabras, os dejo este vídeo. Lo de la película parece platónico al lado de esta orgía, digo, escena de cortejo gatuno.
“Se frotan con la cabeza, bufan y hacen como que arañan. Es ridículo”
¿Recordáis que son personas haciendo de gatos? Pues eso.
“Las proporciones de los escenarios no tienen sentido”
A ver. Se trata de ver el mundo desde el punto de vista de un gato, no desde tu punto de vista como espectador humano. Lo de buscar realismo en un musical que es una fantasía sí que es un sinsentido. Los escenarios son simplemente espectaculares, y fueron construidos (nada de CGI, maquetas a la antigua usanza) para que los actores se movieran por ellos como si de un enorme teatro se tratara. Porque eso hace Cats, convertir la ciudad de Londres en un inmenso escenario donde los gatos son los auténticos reyes. En el musical, sin embargo, los Jélicos no se mueven del vertedero, así que en este punto la aportación de la película no puede ser más original.
No puedo terminar sin dedicar unas palabras al elenco, que excepto en el caso de Jennifer Hudson (me sentí algo decepcionada con su versión de Memory, esperaba mucho más de la mujer que me hizo llorar de emoción en Dreamgirls), me ha parecido bastante acertado. Especialmente destacaría a los veteranos Judi Dench (como versión femenina del viejo Deuteronomio) e Ian McKellen como Gus el gato del teatro. La sorpresa ha sido Francesca Hayward como Victoria, una gata que en el musical no tenía canción propia y llevaba el peso de las coreografías del ballet clásico, pero que aquí sirve como hilo conductor de la débil trama. Rebel Wilson y James Corden derrochan simpatía, y Taylor Swift e Idris Elba hacen gala de su magnetismo natural.
En conclusión, tal vez Cats no sea una gran película, pero creo que se trata de una adaptación más que correcta, hecha con cariño y respeto hacia el musical original. Obviamente si no te gustan los gatos, los musicales sin diálogos, las coreografías, los escenarios teatrales… esta no es tu película. En mi caso, aproveché la sala casi vacía para darlo todo en modo karaoke… “¡Jellicles are and Jellicles do!“