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Driver pelicula 1978

En 2011 Nicolas Winding Refn encandilaba a medio mundo con Drive, la película del duro conductor sin nombre cuyo trabajo consistía en conducir coches de ladrones que buscaban escapar de la policía. Los neones ochenteros y la música cromática además del escorpión y los coches, se convirtieron en la seña de identidad de la película. Aunque ésta esté basada en una novela, muchas son las películas que parecen ser inspiradoras de Drive. Entre ellas están Le Samurai, Two-Lane Blacktop y por supuesto Bullit. Pero hoy rescatamos otra que mantiene un pulso disputadísimo con la de Refn.

Se trata de The Driver (1978). Walter Hill autor de películas como Danko: Colo Rojo, Límite: 48 horas o la más reciente Una Bala en la Cabeza, creó con The Driver una pequeña joya dentro de las películas que tienen como nexo común a la velocidad como protagonista. Un mezcla de thriller y cine noir que pone a prueba el temple del espectador. Si en Drive destacaba la música y los colores en ésta destacan los silencios. Hill crea una asombrosa combinación de velocidad e inmovilidad que produce una estética y un ambiente memorable. Los frenos de los coches chirrían, la aceleración retumba en nuestros oídos, la adrenalina corre por nuestras retinas, en cambio los personajes se mantienen impávidos, quietos, silenciosos. La escena en la que el conductor y la jugadora persiguen en la camioneta a unos de sus enemigos es un buen ejemplo. Carreras por la ciudad, choques, frenazos, semáforos en rojo ignorados continuamente, ruido de ruedas quemando la carretera y ellos dos, quietos, mirando al frente sin inmutarse, sin sudores ni el más mínimo signo de emoción, miedo o inquietud. Ella, incluso se permite el lujo de sentarse ladeada con su sombrero colocado en la cabeza como si estuviese en un apacible paseo por el campo. Una quietud inquietante la de los protagonistas, que logra realzar aún más la sensación de peligro y celeridad que se mezcla a lo largo de todo el metraje.

Los papeles protagonistas se los reparten tres actores que logran brillar haciendo bien poco, logran atraparnos y que empaticemos con ellos incluso sin tener nombre. Por un lado tenemos al conductor Ryan O’ Neal, que deja lejos su papel de romántico enamorado en Love Story, para encarnar a un tipo duro que intenta escapar de un policía cuyo único objetivo es “atrapar al cowboy que nadie ha logrado coger”. Da vida a este detestable detective el genial Bruce Dern quien logra con su interpretación que odiemos a un personaje que, al fin y al cabo, lo único que quiere hacer es atrapar a un delincuente. El trío lo completa una inquietante Isabelle Adjani, fría como la que más, con una mirada heladora que no deja pasar a través suyo ni la más pequeña intención de sentimiento.

Con The Driver el entretenimiento está asegurado. Una variedad de entretenimiento que no necesita demasiados efectos especiales, ni explosiones, ni diálogos punzantes. Lo único que necesita para entretener es poner la llave en el contacto y conducir.

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