El pequeño vampiro (2017)
Si hay algo del cine que me gusta, es la animación, cuando la animación se junta con el terror siempre me parece algo magnífico, incluso cunado más que terror hay buena onda y ternura. Esto me pasó con la película El Pequeño Vampiro (2017) de la que les vengo a platicar en esta víspera de Halloween.
En la dirección tenemos a Richard Claus y Karsten Kiilerich y está basada en los personajes de las novelas de Angela Sommer-Bodenburg, en la que seguiremos a un pequeño vampiro de 13 años que se pasa de bueno y que comienza sus aventuras cuando se ve en la necesidad de enfrentarse a un cazador de vampiros que quiere acabar con él y toda su vampírica familia.
La película opta por una receta sencilla y que presupone efectiva, que pierde demasiado tiempo presentando personajes y dejando el desarrollo de la historia para la segunda mitad del filme, que es lo que realmente vale la pena. Cae en demasiados lugares comunes, chistes demasiado básicos, incluso para el humor infantil y obviedades predecibles que no engañan a la mente inquieta de los niños.
Se encarga de transmitir un buen número de mensajes positivos, lo que la verdad le quita todo el terror que pudiera tener y le deja únicamente la fascinación por la figura vampírica. La parte más evidente es su discurso en favor de la diversidad que repite hasta el cansancio tratando de crear un mundo muy a lo X-Men sin llegar a acercarse tanto como quisiera.
Los personajes, eso sí, con todo el tiempo que se toman para ello están bien construidos y resultan entrañables, pero después de un rato de conocerlos tanto, se vuelven un poco cansinos. Especialmente destaca la relación entre el protagonista vampiro y su amigo humano, quien será su complice en la batalla contra el cazavampiros, pues es principalmente ahí donde podremos encontrar los mensajes más fuertes de la historia. Gusta, pero cansa, porque lo repiten de una y otra forma un buen número de veces, casi consiguiendo el efecto contrario al que buscan. Por eso es muy fácil voltear a ver a los personajes secundarios, aunque no hablen, como el caso de una peculiar vaca vampiro que se vuelve graciosa y provoca un mayor interés.
La animación de El Pequeño Vampiro atrae mucho porque tiene escenarios bien logrados y una ambientación muy gótica y acorde con el mundo de lo vampírico que la imaginería cinematográfica nos ha construido a lo largo de su historia. Y es quizá lo que más me gustó porque tiene mucho parecido a las atmósferas de Tim Burton en su etapa más oscura y depresiva.
En general todo en esta película se concentra en verse bien, en lograr un impacto visual importante, cosa que últimamente se percibe demasiado en las producciones audiovisuales, una gran imagen con un contenido más bien flojo o poco consistente, pareciera que en el cine dejaron de importar las historias y sólo se trata de lo grandioso que se puede llegar a ver algo.
Con todo eso El Pequeño Vampiro no deja de ser una buena opción para ver en familia y hacer participes a los más pequeños del espíritu de Halloween sin la necesidad de exponerlos a los grandes sustos que nos puede ofrecer el cine de terror.