En carne viva
Suele decirse que hay géneros o subgéneros que son de épocas pasadas. Esta declaración normalmente se centra en el western, que si bien es cierto que en la actualidad no se da luz verde a tantos proyectos relacionados con este género, sí goza de buena salud mezclado o más bien camuflado con otros géneros como pueden ser la fantasía, el terror o la ciencia ficción. Sin embargo, el subgénero de thriller erótico debió alcanzar su cénit en los años 90 y desde entonces ha estado prácticamente desaparecido. En los años siguientes parecían quedar algunos vestigios de este subgénero, pero sus años dorados habían pasado a mejor vida hasta ser casi inexistentes hoy en día. La película de hoy me había llamado la atención por su sinopsis y el hecho de que fuese Jane Campion quien estaba tras la cámara, pero a veces las buenas intenciones no se saldan con buenos resultados.
Basada en la novela homónima de Susanna Moore, Frannie Avery es una profesora es escritura creativa centrada especialmente en el lenguaje callejero y la novela policiaca. Una noche sin querer presencia una escena sexual entre un hombre y una mujer. Frannie no reacciona, pero se le queda grabado en la cabeza el tatuaje del hombre. A los pocos días, la mujer que vio Frannie es asesinada de forma muy violenta, y dado que el crimen se cometió cerca de su apartamento, el detective Giovanni Malloy es el encargado de interrogarla. Poco a poco ambos entablan una relación puramente sexual, pero en el fondo Frannie tiene sospechas acerca del detective.
Es cuanto menos curiosa la forma que tiene la cinta de comenzar, con una secuencia idílica donde los tonos sepia son los protagonistas y cuyos personajes parecen estar enfrascados en su propio cuento de hadas. Este comienzo puede resultar una secuencia de créditos totalmente descoyuntada con lo que pretende contar el filme, pero cuanto más avance el metraje se va a convertir en un interesante recurso sobre el que la propia Frannie da vueltas y expresa su estado de ánimo. En comparación con ese inicio, la película no tarda en sacar su cara más sucia, ya sea por el entorno de esa Nueva York de los bajos fondos por Frannie o por el grupo de personajes que la rodea, por la fotografía donde abundan los claro oscuros con especial importancia a los colores más cálidos, causando una sensación de agobio y aire viciado permanente; por la extraña afición de Frannie en cuanto al lenguaje que va encontrando por todas partes y su forma de verlo y plasmarlo o por la forma en la que se muestra el sexo sin tapujos, con una mezcla en la que el deseo y la sordidez conviven en una extraña armonía.
Es quizás en todo lo que de manera pictórica y temática relacionado con el sexo donde se nota más la mano de Jane Campion, denotando una mirada femenina a la hora de exponer el deseo de Frannie hacia el Detective Malloy, en las continuas exploraciones de los bajos fondos de la Gran Manzana, de las conversaciones sin ningún tipo de pudor entre los hombres a la hora de hablar de sexo o en miedos inherentemente femeninos como el andar sola de noche o invitar a casa a la persona inadecuada. También se nota una mirada muy diferente a la hora de tratar la investigación policiaca que se cierne sobre Frannie y Malloy, pues aunque no escatima en asesinatos dignos de las mejores tramas del género, hay un componente violento y trágico que invita más a apartar la mirada que a recrearse en los cadáveres desperdigados.
Pero al final del día la personalidad de Campion detrás de la cámara es lo mantiene la cinta a flote y evita por poco que se la pueda encasillar dentro de la tan temida categoría de telefilm. Y es que aunque la película tiene ingredientes para llegar a buen puerto, llega un punto en el que están tan poco cohesionados que más pronto que tarde todo acaba dando igual. El misterio sobre Malloy está bien llevado, pero las promesas de thriller erótico no están del todo bien materializadas, decantándose por un género o por otro en vez de saber combinarlos adecuadamente, donde hay diálogos que podría haberlos firmado Shyamalan y donde hay actitudes que en un contexto realista, el que supone que este filme busca, quedan bastante extrañas, resultando en un mejunje torpe. Y entre el reparto me gustaría romper una lanza a favor de Mark Ruffalo, quien a priori no parecía la mejor opción para ser Malloy, pero demuestra con creces que es un muy actor y acaba resultando muy creíble como ese arquetipo de hombre misterioso con sombras que se ciernen sobre él.
Dentro de lo que cabe al final puede resultar en una película que no resulta aburrida pero tampoco termina de destacar ni dejar ningún tipo de huella. Tan solo se agradece el haber tenido otro punto de vista con Campion como directora.