Great Freedom (Gran libertad)
Las costumbres están para cumplirlas, o sino no serían costumbres. Y si bien este pequeño detalle no es determinante en el mundo tan convulso en el que vivimos, cada vez más cargado de odio y donde parece que todo el progreso que se había conseguido en algunos ámbitos retrocede a velocidades peligrosas y alarmantes, siempre durante el mes de junio, el mes del orgullo LGBT, me gusta dedicarle unas pocas palabras a alguna serie o película cuya historia se adapte a la celebración, pero que también de algún modo sirva como una ligera reivindicación.
En la Alemania post Segunda Guerra Mundial, Hans es enviado a la cárcel sucesivamente debido a su orientación sexual. La historia se centra en tres puntos clave de la vida de Hans en prisión, con sus continuas idas y venidas del lugar y sobre todo en la relación que allí mantiene con Viktor, un asesino convicto.
Es fácil creer que con el fin de la guerra poco a poco la normalidad volvió a instaurarse en los países más afectados, por muchas heridas abiertas que quedarán a su paso. Sin embargo, esta realidad no fue tan idílica para todos y mucho menos para Alemania. Quien más o quien menos que haya asistido a una clase de historia o tenga unos conocimientos mínimos sabe cuáles fueron las consecuencias para el país germánico, donde esa libertad no se correspondía con su significado. La película aborda el artículo 175, una norma del código penal instaurada cuando el país todavía era Prusia y que castigaba con pena de cárcel la homosexualidad. Este artículo era desconocido para mí, pero agradezco de manera significativa que con cintas como esta se revisen hechos del pasado y los traigan al presente.
Con esta ley siempre de fondo, el gran atractivo del filme es como cuestiona el concepto de libertad. Como Hans puede estar entre rejas gran parte de su vida e incidiendo una y otra vez y aun así no perder la esperanza de soñar con un futuro mejor. Como la libertad física no tiene porqué estar ligada a la libertad mental. Como en un sitio tan desolador como puede ser la cárcel cada preso tiene un concepto diferente de libertad con finales muy distintos entre sí. Y aunque la narración juega con los saltos de tiempo que no siempre terminan de estar claros, o mejor dicho, no terminan de estar todo lo bien ensamblados que deberían, paradójicamente, como muchas otras historias que tienen lugar en la cárcel entre el cemento y los barrotes más fríos, encuentra los mejores retazos de humanidad en el sitio más imposible con los personajes más inesperados.
Aunque Hans sea el claro protagonista del relato, resulta interesante ver como su personaje crece y se nutre de los otros presos que lo rodean, como van moldeando su carácter y como gracias a ellos los espectadores llegan a conocerlo más. Y es admirable que, con todas las penurias que pasa dentro de la cárcel, ya sea por los guardias, por su imposibilidad de mostrarse tal y como es sin hacer grandes alardes dramáticos o por las tragedias que van sacudiendo a cada uno de sus compañeros, como Hans logra mantenerse en pie con una bondad casi sacada de un cuento. Por ello, el desenlace no puede calificarse de otro modo que sobrecogedor, donde nuevamente se expone el concepto de libertad de una forma muy visual, poética y ciertamente trágica. Al ser Hans el corazón de la película es innegable comentar que Franz Rogowski es quien eleva el material con sus ojos cristalinos y su perpetua expresión de genuina inocencia, por lo que resulta inevitable ponerse de su parte y desear contra todo pronóstico que llegue algo de luz al final de su túnel.
En resumen, se agradece una cinta ambientada en la cárcel que su justificación no sea solo mostrar abusos físicos ni verbales, sino que con cierta sutileza sepa mirar a un oscuro episodio del pasado, rogando para que no se repita en la actualidad.