Hatching
Los festivales de cine son una excelente excusa para poner en el radar películas con las uno no podía llegar a contar en un principio. Y aunque las películas que figuran el palmarés suelen tener algún tipo de recorrido comercial, hay otras que simplemente quedan como una anécdota o como trabajos a rescatar con más ahínco aun si cabe. El caso de hoy por su sinopsis me llamó inevitablemente la atención y las opiniones que llegaban desde Sundance no podían ponerla mejor, por lo que ha llegado la hora de echarle un vistazo a Hatching.
Tinja es una joven de 12 años volcada en la gimnasia artística con tal de complacer a su exigente madre, quien está empeñada en mostrar por internet que lleva una vida de ensueño con su familia. La frágil tranquilidad del hogar se ve amenazada cuando Tinja encuentra un misterioso huevo que se encarga de cuidar y mantener caliente hasta que eclosiona, pero lo que sale del huevo va más allá de toda imaginación.
Lo primero que resulta llamativo nada más comenzar la cinta es que parece que la familia de Tinja es la familia perfecta en un hogar perfecto, quienes dan la impresión que todo está sacado de un catálogo de IKEA, donde todos los miembros de la familia son cariñosos, se apoyan entre ellos y en general las relaciones son buenas, una estampa que parece demasiado perfecta para ser real, y tal y como suele suceder en dichos casos, es una simple fachada. Esto con mucha sencillez y a la vez elegancia queda patente en la primera escena, donde la más mínima perturbación de esa armonía hogareña es rápidamente eliminada quizá con mucha brusquedad, evidenciando las grietas del palacio de cristal. Y dado que cuando más se golpean esas grietas con el dedo y una vez se ha reparado en ellas no hay vuelta atrás, se ve como se van extendiendo a lo largo de todo el nicho familiar: la insatisfacción matrimonial, las frustraciones de la madre en forma de sueños rotos que ahora deben cumplir los hijos, los comportamientos sobreprotectores hasta niveles enfermizos por parte de la madre hacia Tinja, los celos del hijos pequeño o el afán de querer mostrar por internet una vida falsa son algunos de los problemas que están muy presentes en esa casa con una tranquilidad tan medida que raya en lo perturbador, tanto que podría recordar a Canino, solo que bajo la aparente perfección nórdica y con unas características diferentes a las que no se les presta atención hasta que se escarba bajo la superficie.
La llegada del huevo a esa casa solo hace que dichos comportamientos sean más notables, literal y metafóricamente, pues con la entrada de ese nuevo “ente” a un hogar tan luminoso con tonos pastel y sonrisas impostadas Tinja verá como sale a la luz su lado más oscuro, algo que por otra parte resulta inevitable, pues es una niña en pleno crecimiento que por un lado se está buscando a sí misma, está buscando a su manera romper con los límites impuestos por su familia y que al final todas las frustraciones y problemas que recaen sobre ella deben romper por algún sitio, algo que con la nueva criatura (una criatura cuyo diseño resulta a partes iguales entrañable y escalofriante y cuyos efectos prácticos son de agradecer) encontrará el catalizador perfecto. Y sin revelar mucho sobre la criatura que sale del huevo ni la fascinante relación que establece con Tinja, resulta fascinante ver como los deseos más oscuros de la joven protagonista van abriéndose paso mediante unas generosas dosis de body horror, poniendo en jaque la tranquilidad de todo su entorno y creando un magnifico suspense en el que el público se pregunta cuál será el siguiente movimiento que supondrá un salto a la yugular.
Dado que la madre y la hija son los personajes que más minutos ocupan en la cinta, los que mantienen la relación más tensa y al final del metraje los que más desarrollo presentan, era de esperar que el trabajo actoral fuera el más agradecido para ambas actrices. Siiri Solalinna como Tinja es todo un descubrimiento, más para tratarse de su debut ante las cámaras, con un equilibrio entre la rabia, la complacencia y la incredulidad durante todo el filme que hace que su actuación se perciba como muy natural sin contar algún desafío físico que se le presenta. Y en contrapunto está Sophia Heikkilä como la madre, una progenitora que cuanto más se la va conociendo más odiosa resulta por su manera de tratar a la gente pero siendo totalmente efectiva en su cometido.
Sin embargo, hay un par de puntos que señalar que resultan algo menos positivos. El primero de ellos es el tono, que en algunas circunstancias parece que se siente extremadamente raro por algunas reacciones de los personajes. Y esto está directamente relacionado con el segundo punto, y es que desconozco si está relacionado más con el carácter nórdico, con la forma de ver la vida o un sinfín de etcéteras, pero en general las reacciones de los personajes ante la intrusión de un elemento fantástico o de terror son cuanto menos calmadas, creando una atmósfera enrarecida que casa muy bien con todo lo que plantea la película, resultando en algo bizarro con todas las letras de la palabra.