La Chica de la Aguja
Desde su estreno en el Festival de Cannes en el 2024, La Chica de la Aguja o The Girl with the Needle se ha convertido en una de las películas internacionales más aclamadas del año pasado. La cinta es la representante de Dinamarca ante el Oscar y esta semana recibió la nominación en la categoría de Película Internacional (antes película en idioma extranjero).
Se trata de un drama que gira en torno a Karoline, una joven mujer que trabaja en una fabrica textil en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial y que vive en situación de precariedad económica. Karoline tiene un romance con su jefe, quien la embaraza y luego la abandona. Por su parte, el marido de Karoline, que daba por muerto, reaparece y ha sido gravemente dañado en la guerra y su rostro ha sido desfigurado al punto que debe usar una máscara para evitar que sus heridas sean expuestas. La historia de Karoline se complica al dar a luz y entregar su bebe a una mujer que promete ayudarla y llevar al niño con una mejor familia. Si continúo dando detalles de la historia, corro el riesgo de arruinarla para quienes la quieran ver. Sin embargo, es importante partir de los hechos sobre los que versa la película porque efectivamente estamos ante un relato de tintes trágicos, con giros de trama inesperados y con un último acto escalofriante.
Las primeros minutos de La Chica de la Aguja me hicieron recordar las primeras escenas de Persona (1966) la legendaria película de Ingmar Bergman y hay muchísimos planos en los que uno pensaría que está viendo una cinta muda con fuerte influencia del expresionismo alemán. Ese tono pausado, casi reflexivo y definido por una partitura musical estridente y marcada por violines genera una sensación de cinta de terror y drama filosófico al mismo tiempo. Evidentemente, la fotografía en un blanco y negro perfectamente cuidado contribuyen a esa atmósfera. La pantalla cuadrada sirve para entender el mundo en el que está viviendo Karoline, la pobreza que la rodea, esa sensación de resignación de los días finales de la gran guerra y un sentido de abandono de algún tipo de autoridad. Ella es una mujer enfrentada al destino, un destino hostil que no teme en tratarla como una mujer pobre de inicios del siglo.
La actuación de la danesa Vic Carmen Sonne es autentica, despojada de vanidades y entregada por completo a la incomprensión de esta mujer con su propia vida. Su rostro esconde dolor, su mirada ha perdido alegría y su búsqueda no tiene brújula. Su encuentro con Dagmar, gran interpretación de Tryne Dyrholm, es casi profético y pareciera estar escrito en algún lamento escrito.
La película adquiere un matiz de relevancia cuando vemos que su historia es la de muchas mujeres de la época. El director del film, el sueco Magnus von Horn, acierta en hacer esta transición y la construye manteniendo esa visión invernal, gótica y sin necesidad de dar más color del necesario.
He quedado sorprendido al ver La Chica de la Aguja, es una película dolorosa, una pesadilla bergmaniana, sugerente en la crueldad y que, al saber que está inspirada en hechos reales, termina por romper a la audiencia. Hay ecos de esas imágenes que me han perseguido como episodios de historia que uno no quiere ver. Sin lugar a dudas, la nominación al Oscar y cualquier otro premio son más que merecidos. Es de lo mejor del año.