La gran seducción
En 2003, el director canadiense Jean-François Pouliot dirigió la película La grande séduction. En ella se narraba la historia de los habitantes de un pequeño pueblo llamado St. Marie-la-Mauderne y de como debían lograr que un doctor que estaba de paso decidiera quedarse a vivir de forma indefinida para, de este modo, lograr que se instalase una nueva factoría en su pueblo que pudiese darles un trabajo.
Once años después llega el remake estadounidense La gran seducción dirigida por Don McKellar e interpretada por Brendan Gleeson y Taylor Kitsch.
El pueblo ha pasado a llamarse Tickel Cove pero el resto de la historia es la misma, una población costera que debe seducir a un doctor, para que opte por el cambio drástico de vida que supondría quedarse a vivir en este pueblo, a base de todo tipo de engaños.
La gran seducción es una comedia amable. Ver como los habitantes se las ingenian para ganarse un futuro mejor resulta bastante cómico. Las mentiras que inventan, el falso ambiente que crean o el campamento base de escuchas telefónicas con unas agentes de lo más peculiares, no tienen desperdicio alguno.
Aunque tengamos que esperar hasta el próximo 12 de septiembre para poder verla, La Gran Seducción es una película que deberíamos tener en cuenta en nuestras opciones cuando se estrene puesto que, pasar un rato agradable durante la proyección queda asegurado.
Pocas veces un remake llega al nivel de la película original. En el caso de “La gran seducción”, logra mantener (y mejorar, en algunos momentos) lo que ya pudimos ver hace 10 años de la mano del director Jean-François Pouliot. En esta nueva versión seguimos sin salir de Canadá, aunque cambiamos el francés por el inglés. La propuesta actualizada de Don McKellar nos vuelve a situar en un pequeño pueblo costero de Quebec, donde sus habitantes tratarán de ‘seducir’ al nuevo doctor para que se instale permanentemente. Este remake se gana a pulso la categoría de ‘cine para toda la familia’ gracias a los recurrentes tópicos y divertidas escenas que se suceden sin cesar. Sin embargo, la película vuelve a caer en los tópicos propios de las películas rurales, como la idea de que la gente verdaderamente auténtica vive en los pueblos. En definitiva, nos presenta un pueblo hecho a la medida del personaje de Taylor Kitsch, pero realmente trata de convertirse en el destino perfecto para el espectador. Ver esta propuesta nos asegura, dos horas de deliciosa comedia rural, junto con unas irresistibles ganas de viajar lejos de la gran ciudad.