La mujer de la montaña
El cambio climático es uno de los problemas que más debates ha generado en los últimos años, por lo que es normal que un medio como el cine se haya nutrido de este problema para contar historias. Algunas más apocalípticas y ciertamente exageradas, y otras, como es el caso de hoy, bastante más humildes pero nada desdeñables. Os hablo de La mujer de la montaña.
Halla es una mujer de cincuenta años que trabaja como profesora de canto en Reikiavik. Al mismo tiempo, actúa como una activista ecologista que hará todo lo posible por boicotear la industria del aluminio del país, terriblemente nociva para el ecosistema. Pero la vida de Halla parece dar un vuelco cuando le llega una carta confirmando una vieja solicitud para adoptar a una niña.
Desde el primer minuto y a lo largo de toda la película, el director y guionista juega muy bien con la medición de los tonos, pues se pasa con soltura del drama a la comedia más absurda y viceversa. Y en cualquier ocasión ese traspaso de tonos y situaciones podría estallar y quedar reducido a una mera buena idea que no termina de encajar, pero consigue mantenerse en un tenso equilibrio y se evita el descarrilamiento. Desde luego, el primer indicio de humor absurdo puede resultar extraño, y, sin embargo, debido al factor repetición sin resultar reiterativo, al final esa absurdez acaba resultando deseada y una parte indispensable que complementa al todo. Uno de estos ejemplos de humor tiene que ver con la música diegética, que sirve tanto para complementar las acciones de Halla como para desconcertar al espectador, y que esa variedad entre una banda clásica que tira más hacia el folk nórdico más tradicional y un coro de mujeres tradicionales ucranianas es algo que hay que ver para creer.
Asimismo, es llamativo que la presentación de Halla sea precisamente tratando de boicotear de alguna manera la línea eléctrica de la planta de aluminio, pues de este modo queda expuesta como una mujer con bastante valentía, capaz de ir hasta las últimas consecuencias con sus creencias firmes y que no tiene ni un problema en actuar en solitario para llevar a cabo sus planes. A lo largo de la cinta, la fotografía muestra con mucha amplitud los magníficos paisajes islandeses, desde unos vastos prados verdes hasta unos terrenos más gélidos, de forma que es fácil empatizar con la opinión de Halla y entrar en la convicción de que ese terreno merece cualquier esfuerzo de preservación.
Pero el retrato que se hace de la protagonista no se queda solo en el activismo anónimo. Más allá de su respetable punto de vista, la presentación en su entorno más urbano, o corriente si se prefiere, aporta más aristas sobre su personaje de las que se podría pensar. Nuevamente, aquí el trabajo de cámara es clave, pues el recorrido que hace por la casa de Halla a base de paneos y planos fijos y largos deja espacio para respirar a la vez que la humaniza, mostrando detalles de su entorno que confirman su personalidad combativa y muestran su lado más sensible. Y con este lado más humano se irán introduciendo a los personajes que estarán presentes en su aventura, desde su hermana gemela Asa, con una actitud radicalmente diferente a la de Halla a la hora de enfrentarse a los problemas; hasta Sveinbjorn, un primo lejano que en más de una ocasión sacará a Halla de muchos apuros y le brindará su inestimable ayuda.
Son igual de interesantes los debates que se plantean en el subtexto. ¿Debe dejar Halla su activismo si eso pone en riesgo su oportunidad de ser madre, o por el contrario debe seguir con su labor para intentar hacer del mundo un lugar mejor si va a tener una hija en camino? ¿Dónde está la línea roja que separa el activismo del vandalismo? ¿Es loable defender una causa justa, aunque para ello se deba emplear la violencia? ¿Y hasta qué punto son los medios responsables de moldear la percepción del público sobre determinados temas?
Y volviendo a la protagonista, al estar Halla en todo momento en el centro de la acción, es obligación mencionar el trabajo de Halldóra Geirharðsdóttir. Más allá de que sea una actriz especialmente expresiva que transmite muy bien todo lo que pasa por su cabeza, tiene un trabajo de alta demanda física en varios momentos que requiere una total entrega a la naturaleza, literal y metafóricamente. Y sin obviar que es la propia Geirharðsdóttir la que interpreta a las dos hermanas, Halla y Asa, diferenciándolas entre sí con muy poco. Sin ella el resultado seguramente no sería tan satisfactorio.