La quimera
Te voy a contar una historia.
Seguramente te suene de que va eso de la leyenda del hilo rojo que conecta a las almas destinadas a encontrarse. Un hilo que puede estirarse, enredarse o contraerse, pero nunca llegará a romperse. Leyendas chinas y japonesas que hablan de dioses que atan un cordón rojo alrededor del tobillo o en el dedo meñique de los recién nacidos. Una forma de unirte irrevocablemente con el alma que te está destinada.
Hay otro hilo en la mitología griega que cuenta la historia de cómo Teseo logró vencer al Minotauro gracias a que Ariadna, quien lo amaba con la misma pasión que él decía hacerlo, le entregó un ovillo de lana para que lo fuera desenrollando y no se perdiera en el laberinto. Así Teseo, logró vencer gracias al amor verdadero. Aunque resulta que, por una pérfida y morbosa conjunción de dramas entre dioses, el monstruo resultaba ser también hermano de su enamorada así que, si lo piensas bien, fue Ariadna quien mató al Minotauro.
Ya no sabemos, y a veces ni queremos, escuchar historias, mitos y leyendas sobre el destino que nos hagan creer que al final todo saldrá bien.
El polvo ha sepultado la historia, ¿quién irá a rescatar el pasado del olvido?
Me he puesto intensa porque escribir sobre La quimera me permite mezclar todo aquello que estudié sin ninguna pretensión de futuro: griego, latín, filosofía…
Cada vez me cuesta más encontrar historias entre tanto blockbuster (que es un término que ya no usamos, pero deberíamos, porque nunca antes tuvimos tantos impactos publicitarios en cartelera). Películas de usar y tirar que olvidamos al rato de verlas. Alice Rohrwacher se toma su tiempo para construir una historia que transcurre lenta, a veces pesada, y que incluso llega a aburrir. Hay mucho rato en el que no pasa nada. Bueno sí, pasa la vida.
En la mitología griega, una Quimera es un monstruo híbrido, tres o cuatro cabezas, cuerpo de león, qué sé yo, una auténtica bestia que no querrías encontrarte de noche (ni de día). El término ha evolucionado y representa un imposible, pero un imposible al que siempre aspiramos, a pesar de saber que lo más probable es que nunca suceda. Arthur no tiene tiempo para creer en mitos, lo que sí tiene es un don, el de localizar huecos bajo tierra. Y con su varita de zahorí y su grupo de amigos tan pobres y desgraciados como él, recorre una región de la Italia profunda que esconde los tesoros y las ruinas de la civilización etrusca.
Josh O’Connor, también conocido por ser Larry en Los Durrells y por protagonizar Rivales con Zendaya (además de ser mi amor imposible o mi quimera) retrata un cansancio, una desgana, que recuerdan a los personajes existencialistas de la nouvelle vague.
Todos queremos encontrar ese tesoro que nos aleje de la pobreza. Todos alguna vez pensamos en qué quedará de nosotros cuando nos vayamos. La campanilla que te hacía sonreír, la vajilla buena que guardabas para momentos especiales. Arthur recorre el camino marcado por su propio hilo rojo dentro de un laberinto de ruinas y tumbas que lo conecta con una quimera aún más imposible que la riqueza; su amor verdadero.
Hay cosas ahí abajo que no se hicieron para los ojos de los hombres. Sí para los espíritus que deben acompañarles a un viaje que no sabemos como es de largo, oscuro y difícil. Pero arriba, a la luz del sol, tampoco es que sea mucho más fácil para los que seguimos vivos.
Las personas que fueron, los fantasmas que seremos.
Pero en fin, Arthur, supongo que habrá que seguir buscando, cavando, vendiendo el alma al peso que marca el capitalismo, porque un día puede ser que encontremos nuestra quimera y todo el absurdo tenga sentido.
“Estaremos aquí de forma temporal. Temporal…pero la vida también es temporal”
Ariadna tejió un hilo rojo que salvó a Teseo, lo que no te contaron es que al poco de salir, el héroe abandonó a su “amada” y se fue con su hermana.