De acuerdo con la definición de la RAE, un parásito es una característica que se puede aplicar a un organismo de origen animal o vegetal, un organismo que vive a costa de otro de diferente especie, alimentándose de él. Un árbol como la higuera es típico de regiones cálidas, capaz de proporcionar un fruto con múltiples beneficios y en definitiva, es una especie que ha acompañado a las humanidad desde hace siglos. Sin embargo, dado que hay múltiples especies de higuera, hay una en particular que sí tiene un carácter más parasitario, la llamada higuera estranguladora. Las semillas de esta especie son esparcidas por las aves y si llegan a caer en las grietas de la corteza de otro árbol y germinar ahí, acaban asfixiando al árbol que estaba previamente, dado que al crecer desde la corteza terminan quedándose con todos los nutrientes del primer árbol, echando raíces que crecen de dentro para fuera, y eventualmente el árbol huésped terminará muriendo. Tomando la metáfora de esta higuera, no resulta extraño que el director Mohammad Rasoulof haya decidido comenzar su nueva película que le ha valido una nomiación a los Oscar con ese particular proceso parasitario.
Iman acaba de ser ascendido a juez de instrucción, una profesión en la que debe firmar las sentencias de muerte ordenadas por el régimen de Irán. Debido a su nuevo puesto, él y su familia están el punto de mira, por lo que con su ascenso Iman impone una serie de normas crueles que su esposa e hijas deben cumplir para garantizar su seguridad, especialmente en el clima tan convulso del otoño de 2022 en Teherán donde tienen lugar una serie de protestas a causa de la muerte de una joven a manos de las autoridades policiales. La situación se volverá mucho más tensa cuando la pistola de Iman desaparezca de su hogar.
Aparte del significado poético pero evidente que le confiere la higuera al filme, esta especie vegetal tiene gran significado a lo largo de textos sagrados como la Biblia o el Corán. De hecho, junto con el olivo en el Corán la higuera es considerado un árbol sagrado. Por lo que si le sumamos el significado de esa higuera asfixiante con el significado de religioso que se le otorga, se encuentra perfectamente el gran conflicto de la película: la presión que ejerce el país sobre sus ciudadanos hasta dejarlos reducidos a meras cáscaras y la presión que se ejerce dentro del ámbito familiar solo por estar cumpliendo con la voluntad del Todopoderoso, o más bien con la que los altos cargos creen que es la auténtica voluntad de Dios sin dejar espacio para otras voces o interpretaciones. Desde el momento en el que Iman anuncia a su familia su nueva posición, algo que debería ser considerado algo positivo, la noticia se convierte en una losa que todos deben cargar, dado que su nuevo puesto acarrea teóricos beneficios al largo plazo pero medidas imposibles al corto medio plazo hasta el punto de normalizar abusos como si se tratase de una mezcla entre La casa de Bernarda Alba y una película de Yorgos Lanthimos pero con fuerte componente social de denunciar la realidad de un país.
Gran parte de la cinta se desarrolla en interiores, ya sea la casa de la familia en Teherán con las cortinas siempre echadas, la oficina de trabajo de Iman donde predominan los barrotes, conversaciones cautelosas dentro del coche confesando hechos como si fueran los más terribles secretos y en todo momento esos interiores se sienten desprovistos de toda vida, asépticos, fríos y donde se llevan a cabo monstruosas atrocidades de fondo. A ratos podría parecer una película de espías, donde el miedo, la paranoia y la traición se han enquistado tanto en las cabezas de los personajes que un ligero error puede acabar en un desenlace fatal, unas actitudes que desgraciadamente adquieren aquellos habitantes de países sometidos a dictaduras. De hecho, Rasoulof crea un interesante contraste interior exterior, ya que el exterior se basa en videos captados y subidos a las redes sociales de las protestas por la detención y posterior muerte de Mahsa Amini, un exterior que les llega a los personajes en forma de vídeos verticales, de personas dispuestas a jugarse la vida por una causa, con un realismo documental y descorazonador del caso en el que está sumido el país que expone la verdadera cara de todo lo que pasa, por mucho que la familia y los medios tradicionales busquen adulterarlo.
Gracias a como va escalando la tensión en la ciudad, y por extensión en la familia, las tensiones entre los miembros se vuelven más insostenibles a medida que va sucediendo el metraje, pues se van volviendo normales situaciones que atentan contra cualquier integridad, donde el hombre sigue teniendo la sartén por el mango en cualquier asunto y la mujer parece una simple extensión más del hombre, dado que o bien están sometidas a su padre o a su marido como figura de máxima autoridad, similar a la sordidez de la ciudad que exponía Ali Abbasi con Holy Spider. El interés se mantiene a lo largo de todos los actos que componen el filme, siendo quizás los últimos 30 minutos donde más se le va de manos todo lo que había construido desembocando en un final que si bien es inevitable, se siente ya alargado y has cierto punto repetitivo.
Prácticamente la película aparte de la determinación de su director se sostiene por esos cuatro actores que dan lugar a la familia. Sobra decir que todos ofrecen grandes interpretaciones, pero hay dos que sobresalen un de manera mas evidente. Por ejemplo, Soheila Golestani como Najmeh, la madre de la familia dividida entre dos mundos confrontados continuamente en la cinta y que se ve continuamente en su dilema: el de la esposa fiel dispuesta a ser complaciente con su marido y apaciguadora con sus ataques de ira y el de madre más estricta con sus hijas, imponiendo primero ella las medidas draconianas del hogar con mano de hierro pero al final del día queda claro que sus hijas son su prioridad y que estaría dispuesta a partirse la cara por ellas. Y por otro lado estaría Mahsa Rostami como Rezman, la hija mayor que ha visto con sus propios ojos la fuerza de las autoridades y quiere que se la escuche, aunque tenga que rebelarse contra las normas establecidas en su casa y en el país.
Y pese a toda la inminente tragedia que envuelve al relato, tanto de forma interna como extra cinematográfica, es valiente la forma de Rasoulof de terminar de la película, con un grito de auxilio muy claro sobre la situación del país pero en cierta forma que invita a una ligera esperanza, pues como decía V en la novela gráfica y posteriormente en la igual celebre adaptación “las ideas son a prueba de balas”.