Para muchas personas, celebrar la navidad es sinónimo de reunirte con tu familia, y pasar unos días en la casa donde se te vio nacer y donde siempre se te espera con los brazos abiertos. Sin embargo, hay quienes, durante estas fechas, no tienen un lugar al que volver, ni una familia con la que pasar días tan memorables como la noche buena. Además, durante estas fechas navideñas, es común que cualquier producto audiovisual relacionado con estas festividades, tenga como planteamiento principal en la trama, el amor familiar y la vuelta a casa. Por este mismo motivo, poder visionar una historia en la que los protagonistas son aquellos que se quedan, aquellos que no vuelven a casa y se ven a obligados a pensar en la navidad de otra manera, es una experiencia única y un ejercicio conmovedor dentro del formato audiovisual. Efectivamente, hoy hablamos de Los que se quedan.
En un colegio de Nueva Inglaterra, un estricto profesor de historia, un alumno impulsivo, y una jefa de cocina con un pasado doloroso, deberán aprender a convivir mientras pasan las navidades en el instituto.
Dirigida por el director británico Alexander Payne, y guionizada por David Hermingson, Los que se quedan, podría haber funcionado como una feel good movie navideña y poco más. No obstante, el guion de Hermingson, se encarga de construir un relato, que, si bien tiene sus escenas arquetípicas de carácter navideño, otorga una complejidad a los personajes que provoca que la sucesión de los acontecimientos de la trama resulten muy interesantes.

Primeramente, hay que destacar la fantástica interpretación de Paul Giamatti, Dominic Sessa y Da’Vine Joy Randolp. Su química entre ellos es de ser estudiada en academias de interpretación. Cada una de sus actuaciones, logra de forma perfecta transmitir cuál es su razón para quedarse en el instituto, la cual ayuda completar su arco de forma totalmente satisfactoria. El factor humorístico del filme es llevado de forma prodigiosa por Giamatti, quien, con solo una mirada y una palabra, es capaz de transmitirte tanto una risa inesperada, como un vacío emocional desolador. Ridículo que este actor no haya ganado ningún Óscar todavía, aunque eso es otra historia.
En el apartado más técnico, Payne consigue trasladar la esencia navideña setentera a la gran pantalla de forma excepcional. En cuanto a la fotografía por parte de Eigil Bryld, tanto la paleta de colores como los pequeños destellos de grano que tiene la imagen, ayudan a contextualizar la historia de grata manera. En adición, la elección de los planos para los momentos más dramáticos del filme, están muy medidos y demuestran la experiencia y solvencia que tiene Alexander Payne como director. Las localizaciones y el diseño vestuario, nos transporta a películas de gran renombre y de temática escolar como El club de los poetas muertos, con quien comparte algunos elementos comunes como el hecho de situar la historia en un internado durante la época navideña, y la presencia de un docente que ama su trabajo y que busca hacer un verdadero cambio en sus alumnos.

La película gustó mucho en su momento, y, a decir verdad, tiene todas las papeletas para convertirse en un filme clásico navideño. Principalmente, porque no todos los cinéfilos o personas casuales que les agrade ver este tipo de películas navideñas, tienen la oportunidad de poder reunirse con sus seres queridos en estas fechas. Por eso existe este filme, para recordarnos que, a pesar del contexto y de las circunstancias de cada uno, nunca estaremos del todo solos, porque siempre habrá otra persona que se encuentre en la misma situación, con la que poder empatizar e incluso sentir una conexión especial. El cine, como cualquier otro arte, siempre ha tenido la capacidad de unir personas, y esperemos que Los que se quedan, este cumpliendo esa misma misión.
Felices fiestas a todos los amantes del cine.












