No me gusta conducir
La relación de Borja Cobeaga con TNT comenzó en el 2020 cuando estrenaron Vamos Juan, una serie que cambió todas las maneras de ver una comedia política. Ahora vuelve a la misma cadena con No me gusta conducir un material sorpresivamente adictivo.
La serie narra en clave de comedia la experiencia de sacarse el carnet de conducir a los cuarenta. Inspirada en la propia experiencia del director, la serie cuenta la historia de Pablo, un profesor de universidad de 40 años algo ensimismado y gruñón obligado a sacarse el carnet de conducir. Pablo es un sabelotodo que, al apuntarse a la autoescuela, descubre que todavía tiene mucho que aprender. De conducir y de la vida en general. Nada más iniciar las clases, coincidirá con Yolanda, alumna suya en la universidad y con la que Pablo establecerá una curiosa relación: profesor y estudiante en la facultad, compañeros de pupitre en la autoescuela. Ambos tendrán como profesor a Lorenzo, un implicado y bromista profesor de autoescuela que les guiará al volante de esta ardua aventura.
Con lo primero que siempre ha acertado TNT es en la duración de sus capítulos, 25 minutos no más, suficiente para establecer la historia. Cobeaga regresa sobre lo absurdo, lo surrealista y esa capacidad para construir de lo cotidiano un conflicto. El protagonista es un pedante, adulto, que no sabe conducir pero si sabe literatura del siglo 16 y afronta un divorcio reciente.
No me gusta conducir no es la típica serie que te hace reír por gags, por humor físico, todo está en sus parlamentos que van del humor negro a lo inteligente. La televisión en la actualidad apuesta por lo seguro y el género de comedia, no se arriesga con nada nuevo, por eso tener una serie así en una cadena vale mucho.
Durante el primer episodio el espectador se da cuenta que todo lo que le ocurre a Pablo nos puede pasar a cualquiera. Ahora, convertir eso en algo simpático es más complicado.
Juan Diego Botto inmortalizado por su personaje de Felipe en la serie el Zorro de 1990 encarna al protagonista con una frialdad, una pasividad y al mismo tiempo que te hace conectar con su dilema.
Vengan más series de este estilo, diferentes, reales y con una madurez dignas de un público cansado de tonterías comerciales.