O los tres o ninguno

Aún a riesgo de que Ugh me cancele, esta semana vengo a hablaros de cine de comedia francés, concretamente de ‘O los tres o ninguno’. Pero, antes de  nada, en mi defensa diré que creo que la película aporta una crítica política interesante basada en unos hechos reales dramáticos que son tratados con  humor y con un enfoque simpático.

‘O los tres o ninguno’ (Nous trois o rien) es el debut como director de Kheiron, cómico y actor franco-iraní, que también interpreta el papel principal y se encarga del guión. La implicación de Kheiron es total en esta historia autobiográfica en la que narra el periplo de sus padres (Hibat y Fereshteh), huyendo de la persecución política iraní hasta su exilio francés. En su año de estreno (2015), fue un éxito de taquilla en Francia y consiguió nominaciones a premios como los César o Los Goya.

Sinopsis:

Hibat Tabib es uno de los 12 hijos de una familia de convicciones democráticas de Teherán a finales de los 70. Su activismo político contra la dictadura del Sha Pahlevi le llevó a pasar siete años y medio en la cárcel. A su salida de prisión conoce a Fereshteh, una joven también políticamente comprometida, y se enamoran. El triunfo de la revolución islámica termina con la huida del Sha y la instauración del régimen antidemocrático del ayatolá Jomeini. Hibat y Fereshteh se mantienen en la lucha por la democracia y contra la tiranía del nuevo régimen, lo que les lleva a la clandestinidad. Finalmente se ven obligados a huir del país y a pedir asilo político en Francia, a donde se trasladan con su bebé, el pequeño Nouchi (el propio Kheiron recién nacido). Aquí comienza una segunda parte de la película centrada en la integración e implicación social de la familia Tabib en su nuevo hogar de los suburbios de París.

A pesar de que el film cuenta hechos dramáticos como asesinatos, torturas o exilios, Kheiron se esfuerza en dar un enfoque de comedia blanca, dirigida a todo tipo de espectadores, que no incomoda y que busca conectar con un público universal que se identifica en valores como el amor, la convivencia y la familia. Especialmente blanda en esa segunda parte tras su instalación en Francia, en la que sin duda se podría haber sido más crítico reflejando sus vivencias como inmigrantes en el país galo. Pero, es evidente que Kheiron quiso hacer hincapié en la ejemplar historia de integración de sus padres, ambos luchadores contra la exclusión social.

Es imposible no establecer un paralelismo entre la historia de Kheiron y la que Marjane Satrapi nos contó en Persépolis. Ambos, narran sus propias historias de exilio tras la revolución iraní pero desde puntos de vista diferentes y con implicaciones emocionales diferentes. De todas maneras, la verdad es que ambas me gustaron en su día y las recomiendo porque creo que pueden gustar a muchos tipos de espectadores.