Red Road

Continuando con mi ejercicio de seguir indagando en filmografías de directores interesantes y quizá algo más desconocidos, hoy tocaba seguir con uno de los trabajos de Andrea Arnold, quien hasta ahora solo me había dado alegrías y adelanto que la película que vengo a comentar sigue la misma estela de reacciones positivas. Se trata de Red Road.

Jackie trabaja en el ayuntamiento de Glasgow como vigilante de seguridad a través de las cámaras colocadas por toda la ciudad. Por lo general lleva una vida muy rutinaria, aunque eso cambiará cuando un día vea en las cámaras de la ciudad paseando tranquilamente a un hombre que creía que no volvería a ver nunca más. A partir de ese desagradable descubrimiento, Jackie tratará de averiguar más sobre él y si puede, enfrentarse a él.

La cinta en un primer momento se puede intuir que va a tomar un camino de drama más contemplativo. Esto se debe a la propia profesión de Jackie y a la presentación de la protagonista, donde se muestra que es una persona con pocos lazos afectivos, solitaria y enfrascada en su rutina sin mucho que reseñar y que gracias a su trabajo es una persona que disfruta teniendo cierto control y observando a los demás, teniendo casi un fetiche voyeur. Pero está presentación tan fría y aséptica no tarda en dar un vuelco cuando entra en escena el misterioso hombre, transformando el filme en una historia que tiene mucho más de suspense, que lo lleva hasta el final y provocando que Jackie pierda el control que tanto atesoraba.

Y es que el mérito más grande de Red Road es la capacidad que tiene para mantener la intriga hasta el tercer acto con recursos tan limitados, donde poco a poco se van mostrando los motivos por los que Jackie se comporta de la forma en la que se muestra y porque tiene tanto interés en el hombre que ha visto. Por supuesto que el espectador seguramente se haga sus propias conjeturas sobre los motivos y trate de rellenar los huecos que faltan, que pueden ser más o menos acertados pero que de algún modo consiguen tener al público interesado hasta el final. Y cuando finalmente se descubre todo, se trata de una crudeza realista muy bien construida.

Por supuesto, no podía faltar la principal seña de identidad de Arnold en su debut cinematográfico. Además de las marcas del cine independiente que se traducen en cámara en mano, planos secuencia que se sienten muy naturales y no se despegan de la protagonista, recalcando más su presencia y su soledad o el juego que le da a la luz natural, lo más importante es el foco que pone en los lugares y personas más marginales. Si bien es cierto que Jackie dentro de lo que cabe lleva una vida bastante cómoda, es gracias a ella que el espectador entra en un submundo que quizás no resulte tan desconocido, pero sí que normalmente se pasa de largo y encierra historias trágicas que la realizadora trata de denunciar de manera sutil a través de los personajes secundarios, haciendo hincapié sin ser moralista en que una vez dentro de esa espiral de violencia y pocas esperanzas de futuro es muy difícil salir de ella.

Dado que la protagonista absoluta de la película es Jackie, el gran peso interpretativo recae sobre sus hombros y Kate Dickie acepta el reto con nota muy alta, representando a una mujer ordinaria que tiene una gran herida que sanar y que a través del metraje refleja muy bien sus dudas y sus miedos. Resaltar también a Tony Curran como el misterioso hombre, pues la relación que van construyendo él y Jackie resulta de lo más estimulante, tiene un punto de imprevisibilidad durante toda la cinta y al final acaba añadiendo unas aristas a un personaje que podría perfectamente carecer de ellas.

En resumen, Red Road es otro triunfo de Andrea Arnold, quien con pocos recursos consigue crear una historia interesante, con una resolución a la altura y sentando las bases de lo que serían sus próximos trabajos, que solo han ido a mejor.