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Retorno a Seúl - Reseña de la película

Dado que el cine independiente cobra vez más fuerza, es normal que diferentes voces se adentren en este tipo de cine para contar historias personales que aunque tengan sus particulares, tienen un componente universal que viaja muy bien a todos los rincones del planeta sin importar el origen. La identidad si bien es un tema universal que no solo es exclusivo del séptimo arte, es innegable que sigue despertando curiosidad y fascinación en cuanto a su tratamiento dado que es un asunto a veces complejo de analizar. Y aunque no siempre la respuesta a los enigmas relacionados con la identidad sea del todo satisfactoria, en ocasiones como la de hoy el simple viaje hacia esa exploración merece más la pena que cualquier conclusión. Os hablo de Retorno a Seúl.

Por azares del destino, Freddie se ve obligada a hacer una parada en Seúl, la ciudad donde nació antes de ser adoptada en Francia. Allí la joven de 25 años se dispone a emprender una búsqueda sobre sus padres biológicos en un entorno que le es completamente ajeno, solo que dicha búsqueda la llevará por caminos inesperados.

A pesar de que la película esté ambientada por completo en Seúl, por las formas bebe más del cine independiente estadounidense e incluso del europeo que del lejano país asiático. O al menos eso parece durante el primer acto. Se toma su tiempo en presentar a Freddie y su entorno a través de planos donde predomina el silencio y el modo de descifrar el lenguaje no verbal y el ambiente a medio camino entre lo melancólico y los esperanzador podría retrotraer a la atmósfera de Lost in translation. Y con esa presentación no tardan en salir a la luz los evidentes dilemas, el hecho de que a la joven protagonista le cueste adaptarse a Seúl ya no solo por la barrera idiomática que lo complica todo y hace que en muchos casos tenga que depender de una persona externa para comunicarse unos mínimos, sino también por su carácter más europeo de inconformismo, de no aceptar roles de género determinados, de decir abiertamente qué cosas le molestan o de buscar ella su propio camino de liberación que no hacen otra cosa que chocar de frente con la sociedad surcoreana. Al final es inevitable, pues ella aunque físicamente tenga los rasgos de Corea del Sur si desde que ha sido pequeña ha sido instruida con una cultura más europea no se la puede culpar por su comportamiento, por mucho que esto le lleve a un problema de identidad grave.

Retorno a Seúl

Y sin embargo cuando parecía que la trama o el conflicto más bien dicho iba a llevar por una senda indie casi que parecía a lo visto en The Farewell, la cinta da un vuelvo a base de elipsis y disrupciones musicales tan diversas como la música tradicional coreana hasta Bauhaus para mostrar a Freddie en otros puntos de su vida, en pequeños fragmentos donde ella claramente no es la misma pero siempre acaba relacionada con Seúl de algún modo. Esa primera visita la marca, pero es innegable que no ha sabido reconciliarse del todo con las mujeres que lleva en su interior, con esa pugna por ver cual es la Freddie que puede salir victoriosa de la pelea como si en realidad solo pudiese quedar una cuando su realidad es mucho más compleja. El filme para bien y para mal la deja a su aire con sus vivencias, sus frustraciones, sus contradicciones, a veces su antipatía y en otras con la empatía que puede generar. Y es a través de esas elipsis que se pueden sentir en ocasiones aleatorias, solo que después de este pequeño viaje se sienten más como un pequeño vistazo a la vida de Freddie, como si fuera más bien un reencuentro con una vieja amiga a la que se ve de vez en cuando y que más o menos pasan los años y todo sigue igual.

Con ese viaje tan introspectivo, resulta natural que el peso integro de la película lo lleve Park Jimin, la actriz encargada de dar vida a Freddie, una tarea nada fácil pero de la que sale airosa con notable alto, ya que su construcción del personaje a través de sutiles gestos, de miradas cargadas de reproches silenciosos, de rabia acumulada a través de los años con mandibuladas apretadas y de no tener pelos en la lengua si la situación la sobrepasa hacen de ella un personaje complejo pero que en todo momento el espectador sabe por lo que está pasando, incluso si no está de acuerdo con su comportamiento.

Al final del trayecto no se puede responder con rotundidad si se ha sacado algo en claro, si la propia Freddie está en un lugar mejor o si ha hecho por fin las paces consigo misma, pero sus retazos de vida son como la vida misma, tienen varias aristas y rara vez las respuestas son fáciles, sino que los enigmas se acrecientan a medida que los años pasan y en este caso viene en forma de un extraño coming of age al que no todos sabrán cogerle el punto y dejará muchas frustraciones por el camino. Aunque por mi parte solo me queda dar las gracias por romper un poco el molde y sacarme de mi zona de confort simplemente por esta vez.

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