Robot salvaje
Con el paso de los años varios estudios de animación, tanto estadounidenses como foráneos, gracias a sus notables trabajos han cimentado sus nombres y hoy en día no es descabellado pensar que más de uno puede mirar de tú a tú sin ningún problema a la gigantesca dupla de Disney/Pixar. Quien más y quien menos, todos hemos oído hablar de Dreamworks, y si por algún casual el nombre del estudio no enciende ninguna bombilla entre alguna parte del público, seguro que al mencionar obras maestras como El príncipe de Egipto o Shrek todo quedará más claro. Y si bien bajo su brazo tienen películas sobresalientes, personalmente siempre me ha dado la impresión de que Dreamworks es un estudio que da una de cal y una de arena, siendo muy impredecibles las ocasiones en las que aciertan. Pero cuando aciertan, dan en el clavo de lleno, como en la película de hoy.
Basada en el libro homónimo de Peter Brown, la historia se centra en una robot Rozzum 7134, o por abreviar su nombre, Roz. Roz no tardará en descubrir que ha naufragado en una isla desierta, muy lejos de su objetivo, por lo que para intentar salir de allí deberá adaptarse a la forma de vida entre la fauna que habita en la isla. Pero en su intento de adaptarse y escapar, se ve envuelta en una serie de circunstancias que la obligan a hacerse cargo de una cría de ganso.
Me gustaría empezar aclarando que para esta ocasión no estoy familiarizada con el libro original en el que se basa la historia, por lo que mi opinión está fundamentada exclusivamente en lo visto en la cinta. Una vez zanjado este detalle, si uno mira los créditos no es sorprendente encontrar en la silla de director a Chris Sanders, quien a sus espadas había codirigido Cómo entrenar a tu dragón, Los Croods o quizás la película que más se puede asemejar a Robot salvaje: Lilo & Stitch, filme que por otra parte fue el más brillante de los oasis en una época oscura para Disney. Y es que la idea de una criatura extraña como pez fuera del agua que debe adaptarse a un nuevo entorno cargado de una mensaje sencillo sobre los lazos familiares pero al mismo tiempo muy emotivo puede resumir ambas cintas a la perfección. Al mismo tiempo, más allá de las evidentes similitudes, la película al hablar de la identidad de uno mismo podría remitir a la primera Toy Story sobre romper un poco con las preconcepciones establecidas, e incluso con la mítica El gigante de hierro por los temas de fondo, la amistad improbable entre dos seres y la capacidad de mezclar tan bien el tono cómico con el trágico.
Si con la historia sus metas son simples pero efectivas y cumplen de sobra con su objetivo de emocionar, en el aspecto técnico es mucho más notable la ambición que tiene desde el primer momento. Igualmente, es una ambición algo más sutil respecto a la técnica, no de hacer alarde de músculo en cuanto al medio de la animación, sino al de explorar las posibilidades que ofrece el medio al no limitarse a un estilo concreto. Esto es notable a lo largo de todo el filme, pues uno puede ver que por norma general los personajes están diseñados por ordenador, pero en cuanto a las texturas de la isla, el uso de los colores suaves y a la vez vivos, la forma que tienen los personajes de mimetizarse con su entorno deja claro que también se han empleado trazos de animación tradicional, por bocetos y acuarelas dando lugar a un acabado muy particular que reúne lo mejor de ambos mundos. Para terminar de redondear el resultado, la delicada banda sonora a cargo de Kris Bowers que evoca un sinfín de emociones, desde la adrenalina por esa aventura épica en la que se ven envueltos los personajes hasta las escenas más emotivas que llegan al corazón de niños y adultos.
Dado que en mi caso he podido ver la película en versión original, es muy destacable el cuidado en cuanto a las voces de los personajes, contando con unos actores de lujo para cada personaje. Sobresale por supuesto Lupita Nyong’o como Roz, quien paradójicamente aunque sea el robot, logra dotar a Roz de unos matices, unas emociones y una convicción en cada una de sus escenas que hace de Roz el pegamento que mantiene unido todo y a todos en el filme. Por supuesto, otras voces como la de Pedro Pascal como Fink, el astuto y pillín zorro; Kit Connor como Brightbill, el incomprendido y vulnerable gansito o Matt Berry como el estrafalario castor hacen que todos tengan sus momentos para brillar y formar una extravagante pero reconfortante familia tratando de sobrevivir en la naturaleza.
Solo hay un pequeño defecto que le podría sacar a la película, y no es otro que la sensación de ir acumulando numerosos falsos clímax, que finalmente desembocan en otra situación completamente distinta que hasta cierto punto puede jugar en contra de las expectativas del público. Es solo una ligera llamada de atención para una cinta con la que probablemente iba esperando poco y al final es capaz de dar muchísimo.