Rocketman
Me temo que cuando esta reseña se publique, es más que probable que Rocketman (Dexter Fletcher, 2019) ya haya desaparecido de las carteleras españolas sin la afluencia que merecía. Y es una verdadera lástima, porque se trata de un maravilloso musical que nos ayudará a comprender las circunstancias que rodearon el ascenso a la fama y el ingreso en una clínica de desintoxicación de una leyenda viva de la música contemporánea como es el británico Elton John. Y todo esto aderezado con un puñado de canciones de esas que se te quedan en la cabeza y no puedes dejar de tararear el resto del día.
El director (al que los amantes de los musicales conocemos por Amanece en Edimburgo) deja que sea el propio Elton (interpretado por Taron Egerton en su etapa adulta, y Matthew Illesley y Kit Connor en las más jóvenes) el que nos relate los episodios más importantes de su infancia y adolescencia, así como de su fulgurante carrera, que lo terminó llevando por un camino de adicciones, arrebatos de ira y tendencias suicidas. Así, conoceremos su difícil relación con sus padres (Steven Mackintosh y Bryce Dallas Howard), y su profunda amistad con Bernie Taupin (Jamie Bell), el creador de las letras de la mayoría de sus canciones. También nos sorprenderá con la extremadamente tóxica influencia del que fue su pareja y manager, John Reid (Richard Madden).
Rocketman es una historia de ascensos, caídas y segundas oportunidades. El cantante, cuya implicación en el proceso de creación de la película es más que evidente, se confiesa ante nosotros, reconoce sus debilidades y se muestra como una persona sensible y vulnerable, casi un niño prodigio, pero también como alguien que tomó las peores decisiones en los peores momentos. Se trata por tanto de un filme honesto, en el que cuestiones como el alcohol, las drogas (de todo tipo) y el sexo se exponen sin tapujos. Pero la forma de hacerlo (a través de las canciones y ensoñaciones del propio Elton), las aleja de la esfera de lo incómodo o lo desagradable y las convierte en parte de un universo colorista que en muchas ocasiones rinde homenaje a los musicales más míticos (la increíble escena de la piscina -mi favorita- como homenaje a las “sirenas” de las películas de Esther Williams, las coreografías que recuerdan a West Side Story o incluso en algún caso a Un americano en París).
Del apartado musical de Rocketman solo puedo decir que fue una más que grata sorpresa. Pensaba que la decisión de usar la voz del propio Taron Egerton para interpretar todas las canciones podría significar distanciarme de la figura de Elton, pero nada más lejos de la realidad. El trabajo vocal del actor es impresionante, y aunque por supuesto sus registros son distintos, Egerton ha resultado ser un camaleón capaz de clavar la colocación de la voz y cada uno de los pequeños gestos distintivos del cantante. El trabajo de caracterización (limitado a la característica separación de los dientes y los distintos peinados del cantante) es sencillo pero sumamente eficaz, y esto se debe sobre todo al sorprendente trabajo del joven actor, convincente a la par que conmovedor durante todo el metraje.
Y esto me lleva a las interpretaciones, correctas en algunos casos (Tate Donovan como Doug Weston, el dueño de la sala Troubadour en Los Ángeles o Richard Madden como manager y pareja sentimental de Elton), y sorprendentes en otros (el pequeño Matthew Illesley resulta toda una revelación). Mención especial merecen el diseño de producción, que reproduce fielmente y con todo lujo de detalles las diferentes décadas en las que transcurre la vida del cantante (desde los años cincuenta a los noventa), y el diseño de vestuario, especialmente en cuanto a los excéntricos atuendos que gustaba lucir Elton en sus conciertos.
Tanto si sois fans de Elton John, como si disfrutáis de un buen musical con regusto al Hollywood dorado, Rocketman es sin duda vuestra película. Y no puedo finalizar esta reseña sin recomendaros este fantástico programa dedicado al cantante, del podcast El rugido de mi Impala, un recorrido histórico-musical que no debéis perderos.