Si existe una película que logre captar la tensión, el magnetismo y la oscuridad que esconde el mundo del póker clandestino, esa es Rounders (1998), dirigida por John Dahl. A medio camino entre el thriller urbano y el drama de redención, la cinta no solo despliega una baraja de manos tensas y faroles medidos al milímetro, sino que construye una historia sobre decisiones, lealtades peligrosas y la seductora adicción al riesgo.
No hay que ser un experto en Texas Hold’em para dejarse atrapar por su narrativa: basta con haber tenido una mala racha en la vida. Porque lo que se juega aquí va mucho más allá de las fichas sobre la mesa.
Sinopsis: Una vida en juego, carta a carta
Mike McDermott (Matt Damon) es un estudiante de derecho con una habilidad especial para el póker. De esas que pueden llevarte a la cima… o hundirte sin frenos. Después de una pérdida importante, decide dejar las cartas y encauzar su vida. Pero todo cambia cuando su amigo de la infancia, “Worm” (Edward Norton), sale de prisión y le arrastra de nuevo al mundo del juego clandestino.
Entre partidas en tugurios, deudas con personajes oscuros y una relación tambaleante con su pareja (Gretchen Mol), Mike se ve obligado a elegir entre una vida estable o la adrenalina que corre por las venas al jugarlo todo a una mano.
Y como rival de peso, John Malkovich se marca un papel memorable como Teddy KGB, con su acento ruso de caricatura y su manía de devorar galletas Oreo con la intensidad de quien juega por el alma.
Reseña de la película Rounders
Rounders funciona como una buena mano de póker: sabe cuándo guardar silencio, cuándo enseñar sus cartas y cuándo apostar fuerte. Dahl dirige con pulso firme, dejando espacio para que los personajes respiren sin que la película se quede sin ritmo. La fotografía, con su estética neoyorquina de finales de los 90, encapsula esa sensación de mundo aparte, casi oculto, que habitan los jugadores.
Matt Damon ofrece un trabajo sobrio pero efectivo, en una época donde empezaba a consolidarse como uno de los actores más sólidos de su generación. Pero es Edward Norton quien brilla en su papel de amigo tóxico, carismático y absolutamente irresponsable.
La película también juega bien sus cartas a nivel temático: no se queda en la superficie del juego, sino que explora lo que hay detrás. La adicción al riesgo, la tensión entre lo que uno quiere y lo que uno debe hacer, el peso de la lealtad mal entendida… y la delgada línea entre talento y condena.
Puede que no haya visto muchas películas sobre cartas, pero Rounders consigue destacar incluso fuera del tapete verde. Es cine de género bien ejecutado, que no necesita aspavientos para contar una historia con profundidad y con un reparto que sabe perfectamente en qué mesa está sentado.
Rounders es una joyita discreta de los 90 que, con los años, se ha ganado un merecido estatus de película de culto. Puede que no te enseñe a ganar en el póker, pero sí a identificar las cartas que nos tocan en la vida y lo que decidimos hacer con ellas. Y eso, sinceramente, vale más que un full house.