The Tribe
Después de que Sound of metal se convirtiese en una de mis revelaciones personales del año pasado, he querido seguir indagando con películas que experimentasen de forma audiovisual con una diversidad funcional. Y si de algo puede presumir la cinta de hoy es de ser muy experimental, pero considero que sale victoriosa en varios aspectos. Os hablo de The Tribe.
Sergey es un adolescente sordomudo que llega a un internado especializado. Sin embargo, nada más llegar, Sergey descubrirá que para sobrevivir en el nuevo lugar deberá formar parte de la tribu, una organización dedicada a todo tipo de actos ilegales entre los que se encuentra la prostitución. La cosa se complicará más cuando Sergey se enamore de Anya, una de las concubinas del líder, y de esta manera desafíe las reglas no escritas de la tribu.
Nada más comenzar, la propia película advierte para los espectadores más despistados que en su integridad emplea el lenguaje de signos, solo que sin ninguna clase de doblaje, subtitulación o voice over. Y lo cierto es que al principio al espectador con una primera toma de contacto le puede suponer una barrera importante el no comprender la historia en un 100% dado que emplean un lenguaje que pocos serían capaces de descifrar. Supone también una barrera inicial la forma en la que está rodada el filme, pues casi que cada escena es un plano secuencia que puede ser muy fijo o tener bastante movimiento, y, por tanto, contemplarse una excelente planificación entre el responsable de fotografía, el director y los actores. Pero ya son de entrada dos elementos que le piden al espectador cierto grado de paciencia y que ponga especial atención a lo que aparece en pantalla.
Aunque si se tiene esa paciencia y si uno acaba cogiéndoles el punto a las barreras iniciales, el resto llega con relativa facilidad. Es de agradecer que ante una perspectiva de un internado de adolescentes el director y guionista Myroslav Slaboshpytskyi huya de sentimentalismos en los que podría haber caído con facilidad y opte por un camino bastante más sórdido, pero el debate sobre si la sordidez y la violencia mostrados son gratuitos o están justificados quedan a disposición de cada espectador, ya que en todo momento se sienten increíblemente realistas, sensación que se acompaña por la forma en la que está filmada la película. Mención especial merece la paleta de colores en la que predomina el azul, ya sea bien por resaltar el estado de animo de los personajes o por hacer hincapié en la localización del propio país.
Sobre las dudas de que pueden surgir sobre que si la historia propuesta es entendible, una vez establecidas las reglas de la tribu, su jerarquía y su forma de actuar, en verdad la historia resulta bastante sencilla de seguir, pues no dejan de ser problemas comunes y corrientes de cualquier adolescente. Nuevamente, requiere cierta paciencia por parte del espectador hasta que las cosas comienzan a tomar forma, pero a partir de un punto determinado el crecendo es muy potente y la espiral de violencia consigue sorprender por su crudeza. Sobra decir que los actores en su mayoría noveles y con diversidades funcionales reales realizan una labor impecable, pues todos son capaces de expresar a la perfección sus sentimientos con gestos en un microcosmos donde los únicos sonidos que se producen no son a través de las gargantas ni de las bocas.
Más allá de la mencionada paciencia y la mentalidad abierta que hay que tener para enfrentarse a este experimento, lo cierto es que la película podría tener menos metraje y el resultado sería incluso mejor, eliminando cierto relleno y ciertas sensaciones de redundancia. Pero de vez en cuando se agradece un experimento tan valiente como este que suponga un reto, que sea capaz de juguetear con las posibilidades que ofrece el medio audiovisual y que efectivamente, demuestre que el amor y el odio son un lenguaje universal.