En tránsito

Ver cine alemán me produce nostalgia. Quizás es al escuchar dicho idioma. A pesar de que se caracteriza por ser un idioma fuerte, para mí es como la música. Lo escucho y me transporta. Estudié en un colegio alemán toda mi vida y ver películas alemanas es algo que debería disfrutar a plenitud, pero me cuesta. Y no por el cine como tal, sino por lo que yo siento al verlo. Es una nostalgia infinita. No sé cómo explicarlo, pero justamente eso es el cine.

Hablo del cine alemán porque recientemente descubrí a Christian Petzold. Un director sumamente personal.  Todas las obras de todos los directores son, en algún nivel (o en su totalidad, diría yo), personales. El cine es personal. Pero, lo digo no solo por la manera de contar la historia sino el contexto en el que las desarrolla y los muchos primeros planos que hace de sus actores, creando una intimidad muy cercana entre el espectador y el personaje. Adoro los primeros planos, me parece que funcionan siempre muy bien justamente por ese carácter de cercanía que proporcionan y en el caso de Petzold, me parece que son muy bien utilizados.

Petzold, también le otorga un lado cinematográfico a los fantasmas de Alemania. Bien sea centrando la historia en medio del caos de la Segunda Guerra Mundial, al inicio de ella, o simplemente describiendo durante minutos el urbanismo de Berlín. Es decir, Alemania es una ávida protagonista, y el pasado de este país tiene mucho peso en su cine.

La película de la cual quiero hablar es En tránsito, una producción franco-alemana, y es que verla fue una montaña rusa. Al principio trataba de descifrar el viaje, tenía un poco de miedo de lo que iba a ver, pero me enfocaba en el idioma. Luego, cuando me relajé con el paso de los minutos, fue creciendo mi angustia, en el mejor sentido. El tema de la película se encuentra en su título: un joven alemán hace todo lo que está en sus manos para obtener una visa de tránsito hacia México, y poder escapar de la ocupación nazi en Francia. Ese “estar de paso” para llegar a un destino me hizo reflexionar mucho.

Igualmente, al personaje del genial actor Franz Rogowski, protagonista de la cinta, lo interpreto como una suerte de tránsito, como un vehículo él mismo. Para mí, este personaje es un tránsito hacia la muerte. Es una manera muy poética de representar esa acción temporal, transitoria. Y la manera en que es representada no solo en este personaje sino en su relación con todos los demás personajes de la cinta es exquisita.

Personajes que aparecen una y otra vez sin mucho más, pero cuando se les da un poco de cámara, comienzan a cobrar vida, y verlos evolucionar casi a la sombra de Franz Rogowski, es genial.

Debo mencionar de nuevo que el actor es excelente. Posee una dosis perfecta de realismo y de drama. Paula Beer también es muy buena. La historia es muy interesante, pero es la fuerza de estos actores la que lleva la película. Es una situación angustiante de entrada, pero la extraña calma de los actores hace que todo sea más mucho más tenso.

Además de la reflexión sobre la acción de “estar de paso”, otra pregunta se me atornilló en la cabeza cuando salió a luz:

¿Quién olvida primero, el que abandona o el abandonado?

Y es que, estar de paso es, inevitablemente, la acción de abandonar, al mismo tiempo que la de ser abandonado.

En conclusión, si no conocen en cine alemán, comiencen por esta cinta, por favor.