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Vermin: La plaga

Son incontables las fobias que puede sufrir el ser humano. Rápidamente se vienen a la cabeza algunas de las más clásicas como la claustrofobia, la acrofobia, la coulrofobia, la hematofobia o incluso la tripanofobia. Por supuesto el cine de terror ha explorado en varias ocasiones con diversos resultados muchos de estos miedos que parecen traspasar culturas y fronteras. Sin embargo en los últimos años las fobias en cuanto a animales se han ido perdiendo por el camino, apostando más por productos disfrutables o directamente de serie B pero que simplemente no buscaban indagar en una fobia concreta, lo cual es una pena porque a pesar de que haya buenos ejemplos que involucren un miedo justificado a los animales no es un subgénero que haya sido bien tratado con el paso del tiempo, hasta ahora.

Kaleb es un chico que vive en un barrio marginal y se dedica a negocios de poca monta, muchas veces siendo negocios ilegales. En su vida personal no parece irle mejor, pues mantiene una tensa relación con su hermana Manon debido a un problema de herencia y su amistad con Jordy parece algo del pasado. La única constante en el mundo de Kaleb es su amor por los animales exóticos, prueba de ello es la gran colección de ejemplares que tiene en su habitación. No es de extrañar que cuando Kaleb descubre una extraña araña en una trastienda decida llevársela a casa. Pero la araña resulta ser bastante más que una simple araña, causando verdaderos estragos a todos los vecinos del edificio.

Si por casualidad alguna persona creía que las arañas tardarían en mostrar el veneno y que todo iría con calma hasta que no quedase más remedio que explotar, es un honor destruir esas preconcepciones. Que la escena prólogo y los desasosegantes créditos iniciales sirvan como buen aviso sobre lo que se está a punto de ver, solo que multiplicado por 10. Y para hacer el asunto mucho más interesante, la película no pierde tiempo en mostrar ese edificio, casi más propio de países con claro pasado soviético donde vive la gente que por diversas circunstancias, no puede permitirse vivir cerca de la ciudad, por lo que quedan relegados a condiciones peores, servicios de pésima calidad y un trato diferente por parte de las fuerzas de seguridad, siendo tratados como ciudadanos de segunda o de tercera clase. Toda esa información va dándose y haciendo avanzar la narrativa, para que una vez llegado el momento oportuno, el espectador ya tenga bien presente las multitud de problemas que abundan en ese edificio y por tanto, la tensión sea mucho mayor.

Sobra decir que si alguien padece de aracnofobia, que ni se le ocurra acercarse a esta cinta. Y no es ninguna frase hecha, es la pura verdad. Y es que aunque es muy probable que muchos de los acontecimientos, especialmente aquellos que tengan que ver con el tiempo, estén exagerados en aras de hacer ficción, cuando uno ve una auténtica plaga de arañas de lugares lejanos tomar el control absoluto de un edificio enorme, sembrar el pánico entre los residentes, reproducirse a la velocidad de la luz, y en definitiva, aparentar ser unas criaturas indestructibles, inconscientemente el terror ya se ha instalado en el cerebro y lo único que queda hacer es contemplar con horror si todos los vecinos podrán salir de esa trampa mortal con vida, apretar los dientes con fuerza, llevarse las manos a los labios para que eviten que salga un grito y autoconvencerse de que no existen unos bichos de tal calibre ni siquiera en Australia.

Vermin: La plaga

Quizá la más grata de las sorpresas con el filme, más allá de lo bien que sabe jugar Vaniček con la oscuridad, los espacios y como mueve la cámara para generar tensión y repulsión a partes iguales como en la secuencia del pasillo del sótano o la vertiginosa subida por las escaleras; sea el sutil y no tan sutil comentario social que tan bien caracteriza al cine francés. La película no pasa de puntillas por los conflictos más comunes que pueden darse en ese bloque, como aquellos que se han ido de allí en busca de oportunidades mejores pero sienten que han traicionado a su antigua comunidad, la creencia errónea de que todos los vecinos de ese bloque se dedican a actividades ilegales o el círculo vicioso que parece envolver a esos habitantes en cuanto a la pobreza. Pero el comentario acertado sobre los paralelismos con el COVID-19 una vez se desata la plaga en el edificio, dejando a todo el mundo aislado y su suerte, en un entorno donde impera la ley del más fuerte es tal vez el más sorprendente de todos y le añade una capa extra de tensión y de realismo.

El único punto débil de la película son sus personajes, que si bien el guion intenta darles matices y crear sus conflictos, al final acaban resultando poco interesantes incluso desde su antipatía. Algo especialmente notable en el caso de Kaleb, pues por mucho que se pueda arrojar luz sobre los problemas que atraviesa en su vida, al final resulta muy difícil ponerse de su lado en vista a su actitud con todos los que lo rodean. Los actores en general para una película de terror y en cuanto a las escenas que involucran más adrenalina y más terror cumplen, pero ninguno de ellos termina por ser particularmente memorable.

Lo que esta fuera de toda duda es que su director conoce perfectamente la aracnofobia y la explota hasta sus últimas consecuencias, regalando un viaje lleno de repulsión y que hace por las arañas lo mismo que por los escualos hizo el Tiburón de Spielberg.

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