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Victoria | Crítica de la película

Debido al confinamiento que la gran mayoría de países estamos pasando, es habitual que las recomendaciones de ocio abunden en las redes sociales, entre otras muchas cosas. Y dado que las recomendaciones son variadas, uno se encuentra con películas o series desconocidas dispuestas a dar una sorpresa cuanto menos agradable. Hoy os hablo de Victoria.

Victoria es una chica española que lleva poco tiempo en Berlín. Una noche después de salir de fiesta conoce a un grupo de berlineses a las afueras del local. Pero lo que parecía una noche tranquila no tardará en volverse un juego de vida o muerte para Victoria y sus nuevos amigos.

A priori, sin haber entrado ni siquiera en la película, una de las características que más se destacan (por no decir la única) es que la totalidad de la cinta se desarrolla en un larguísimo plano secuencia. Esta proeza técnica es algo que en los últimos años es frecuente de ver en casos como Birdman o 1917, pero en esta ocasión el plano secuencia se vale más de cámara en mano que en ningún momento se despega de su personaje protagonista. Y el resultado, aunque en medios pueda parecer más sencillo o menos pulido que los mencionados films, sigue siendo igual de espectacular por toda la planificación que hay detrás y la entrega de los actores para llevarlo a cabo. Esta técnica encaja muy bien a la hora de querer transmitir tensión en las dos vertientes que propone el metraje. En la primera mitad, que podría recordar a algún drama de corte independiente en el que los personajes deambulan por las calles nocturnas de Berlín, en más de una ocasión hay un sobresalto en la que todo puede estallar, mientras que en su segunda parte es un perpetuo viaje vertiginoso en el que apenas hay momentos para el descanso.

Se le puede recriminar que para la duración que tiene habría sido mejor acortar un poco su primera mitad, pues llegados a un punto sí puede dar la sensación de que los personajes no tienen un propósito determinado aparte de pasar de la noche y de que la cámara no tiene otro objetivo que el de ser un miembro más del grupo. Sin embargo, pese a que el segmento podría haberse acortado sin mucha dificultad, esta primera mitad es clave para establecer los vínculos entre Victoria y el grupo de chicos, especialmente con Sonne. De este modo, también se desarrolla un mínimo a Victoria y se entienden un poco sus motivaciones, pues al fin y al cabo no deja de ser una chica nueva en un país extranjero buscándose la vida como puede y que desde que ha llegado no ha entablado grandes amistades hasta ese momento. Finalmente, después de forjar unos vínculos de amistad, alguna relación que va más allá de la amistad y unas pequeñas pinceladas, la paciencia se ve recompensada con creces.

Victoria

Sin entrar mucho en el terreno de los spoilers, en su segunda mitad hay mucho más espacio para el desenfreno y la adrenalina, fruto también de acciones que les van sucediendo a los personajes y donde todo es mucho más sensorial. A pesar de toda la vorágine que se produce, hay que señalar que es en este segmento donde más se ven las costuras a la trama, pues en ocasiones hay que hacer mucho salto de fe para que algunas reacciones de los personajes o sus mismas motivaciones resulten creíbles, en particular con Victoria. Si bien es cierto que el espectador llega a conocerla un poco, hay ocasiones en las que uno no sabe porque toma las decisiones que toma, o porque lo hace con tanta calma.

Más allá del logro técnico en el que se ven involucrados el director, el director de fotografía, el montador, el sonidista y un largo etcétera de equipo detrás de las cámaras, es de admirar la fuerza de los actores a la hora de abordar el reto. Desde la protagonista Victoria, interpretada por Laia Costa, que parece una chica más bien tímida y que prefería estar sola pero que se ve envuelta en un lío mucho más grande que ella y tiene la suficiente capacidad de reaccionar pasando por Sonne, con quien queda la sensación que no se sabe si está hablando en serio o en broma y el resto de la pandilla de amigos, unos personajes que tienen sus dosis de patetismo pero que en el fondo uno no puede evitar encariñarse con ellos. Por mi parte, solo me queda agradecer la magnífica labor de todos los implicados en esta experiencia tan frenética.

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