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Wicked

Si adaptar novelas al formato audiovisual es un tema peliagudo por los resultados generalmente mixtos que se obtienen, adaptar musicales cuyo medio original es el teatro a la gran pantalla se trata cuanto menos de una tarea titánica e igualmente estas adaptaciones tienen resultados contrapuestos. Ahí en el Olimpo de las adaptaciones musicales se hallan ejemplos como Chicago o la última versión de West Side Story a cargo de Spielberg, películas que son muy respetuosas con el material original y que aprovechan el medio y los recursos cinematográficos para llevarlas al siguiente nivel y a un nuevo público. La posibilidad de convertir en película un musical tan reverenciado como Wicked lleva circulando desde hace años, con intriga y miedo a partes iguales, pero me alegra anunciar que Jon M. Chu cumple con notable alto en su cometido.

Basada en la obra de teatro musical con libreto de Winnie Holtzman y música de Stephen Schwartz, la historia se sitúa en el mundo de Oz antes de la llegada de Dorothy. Elphaba es una joven marginada debido a su extraño color verde en la piel con un poder inimaginable. Glinda por el contrario es una chica extrovertida y popular que aún no ha desarrollado del todo sus poderes. Ambas se conocen en la Universidad Shiz como estudiantes y entablarán una peculiar relación de amistad, sellando el destino de Oz.

Personalmente, debido a que no he podido ver el musical en vivo (no todos podemos permitirnos viajes a Nueva York o Londres de vez en cuando) mi familiarización con el archiconocido musical ha sido a través de sus canciones tan solo conociendo la historia de fondo. Pero por mucha familiarización que se tenga a través de apartado sonoro y lírico, una cosa es tener solo la música de apoyo y otra muy distinta es ver como esas canciones, y por ende la historia, cobran vida delante de los ojos. Y la película lo consigue de lleno desde el primer número musical con toda una declaración de intenciones donde lo siniestro y la épica se encuentran, el eje central sobre la pureza de la bondad y la maldad queda determinado; y se sienta el tono para todo lo que vendrá a continuación: la reescritura de la historia del Mago de Oz, o más bien, la historia contada desde otro punto de vista que le da un nuevo matiz a la historia que todo el mundo conoce sobre la chica de Kansas con zapatos rubí. Porque al final de todo, la historia la cuentan los vencedores con sus matices.

Para aquellos algo más despistados, la cinta deja claro nada al saltar el título que lo que se va a ver a continuación tan solo se trata de la primera parte de la historia, abarcando únicamente el primer acto de la obra teatral. Una decisión un tanto arriesgada que podría jugar a la contra, especialmente por su duración teniendo en cuenta que el musical dura tres horas con un pequeño intermedio entre los dos actos. Sin embargo, la duración no pesa en ningún momento, nada de lo que se ve o de lo que se cuenta sobra y todo fluye como debe ser, indagando en el pasado de Elphaba y el porqué se comporta de la forma en la que lo hace, explorando la relación entre Elphaba y Glinda y haciendo creíble su amistad, el pequeño universo que se forma en Shiz y posteriormente en la Ciudad Esmeralda y el ligero pero importante comentario social que va a ser clave para entender de forma posterior las decisiones de cada personaje.

Wicked

A lo largo de todo el metraje se nota la experiencia de Jon M. Chu dirigiendo musicales, pues sabe jugar con los espacios y las escalas, moviendo la cámara con mucho dinamismo en canciones como ‘What is this feeling’ o ‘Dancing through life’ y elevando esas escenas gracias al uso del montaje cinematográfico a la par que las combina una dirección artística propia del teatro. Por si fuera poco, durante la mayor parte del filme se nota que muchos de los decorados fastuosos son reales y no hace tanto uso de efectos digitales. Las coreografías llenan la pantalla aportando esa sensación de gran musical, clásico pero con un trasfondo atemporal y los vestuarios ensalzan la ambientación de mundo de fantasía, aportando texturas y cobrando una importancia como si fueran un personaje más. El único aspecto negativo sería la fotografía y la iluminación. Ya desde que salieron los primeros trailers fue un apartado duramente criticado, pues aunque había una predominancia de los colores verde, rosa y negro haciendo honor a Elphaba y Glinda para marcar su dualidad, si al final se quiere transmitir que es una precuela de El Mago de Oz, una de las películas más conocidas por su uso del color mediante el Technicolor, hay que hacer mucho mejor uso del color y de la luz.

Con la noticia de quienes serían las designadas para interpretar a la bruja buena y la bruja mala, había sentimientos encontrados. Pero tras haber visto la película queda patente que ambas han nacido para interpretar sus respectivos papeles. Cynthia Erivo como Elphaba es un personaje mucho más retraído, serio y hasta cierto punto contenido a lo largo del metraje, que demuestra tener una voz prodigiosa pero incluso en muchos de sus temas está contenida por su condición de marginada y que desemboca en ese espectacular arco de personaje que es ‘Defying Gravity’, finalizando la cinta en la nota más alta posible, dejando con ganas de más. Quizás el personaje más celebrado sea la Glinda de Ariana Grande, un personaje difícil de manejar, pizpireta que fácilmente podría resultar irritante, pero Ariana Grande hace de su Glinda alguien muy divertido. Y no se puede pasar por alto a Jonathan Bailey como Fiyero, todo un descubrimiento más allá de su faceta interpretativa como cantante y bailarín, que en todas sus escenas se lo ha pasado pipa y que demuestra que podría tener química hasta con una cafetera de oficina.

Por una parte es comprensible que la cinta finalice en un momento tan álgido, pero por otro lado es inevitable que deje con ganas de mucho más para saber como finaliza la historia y como termina enlazando todo con la película de Victor Fleming. Afortunadamente la espera va a ser solo de un año, pero las ganas de ver ese cierre han crecido de manera exponencial.

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