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Antlers Criatura oscura

Normalmente que haya gente muy competente detrás de un futuro proyecto es una buena señal, y más cuando son nombres potentes que en líneas generales han firmado películas o series de un personal y absoluto agrado. Esa era la situación en la que me encontraba al ver que Nick Antosca, responsable de Channel Zero y Nuevo sabor a cereza figuraba como uno de los guionistas y que en la producción estaba Guillermo del Toro. Parecía que los astros se habían alineado para crear algo prometedor. Pero a veces por mucho buen nombre que haya detrás, el resultado no se traslada en algo extraordinario, como es el caso de la cinta de hoy. Os hablo de Antlers: Criatura oscura.

Basado en el cuento corto The Quiet Boy de Nick Antosca, la acción tiene lugar en el pequeño pueblo de Cispus Falls, Oregón, donde una profesora y su hermano, el sheriff local, deciden seguir de cerca a uno de los alumnos de ella que ha manifestado extraños comportamientos en clase. Sin embargo, cuanto más intenten averiguar sobre dicho alumno, su secreto e irá volviendo mucho más oscuro de lo que habían imaginado.

He de reconocer que no estoy familiarizada con el relato en el que se basa la película, por lo que no puedo establecer un comparación desde el punto de vista de la adaptación, más allá de que es una buena señal que el propio autor traslade a la pantalla a través del guion su historia. Pero quien conozca un poco el estilo y los temas de Antosca y Del Toro podrá ver sus improntas desde casi el primer minuto del filme: un jugueteo con las leyendas urbanas en una ambientación lúgubre pero mundana y una fascinación por los cuentos y la mitología fantástica, como bien deja entrever la excelente escena posterior al prólogo, donde se enseñan rápidamente las cartas además de presentar de muy buenas maneras a los personajes principales.

Pero más allá de sus notables intenciones de explorar la mitología una de las criaturas más conocidas del folclore norteamericano, su gran punto a destacar es la atmósfera que construye alrededor de todo el pueblo. Su localización en la costa noroeste de Estados Unidos no es casualidad, pues todo ese temporal gris y neblinoso es perfecto para transmitir toda esa sensación plomiza de pueblo abandonado a su suerte, donde la minería era la principal actividad que mantenía a flote el pueblo pero también hasta cierto punto estaba normalizada la fabricación de drogas con tal de llegar a fin de mes, donde las situaciones más comprometidas se pasan por alto, pues es un asunto ajeno y donde la banda sonora cortesía de Javier Navarrete es el equilibrio perfecto entre lo melancólico y lo siniestro. Aunque toda esta ambientación tan apesadumbrada no se ve lastrada por un ritmo pausado ni planos secuencia fijos, sino que hay un buen ritmo y más convencionalismo estéticos que no algo característico del cine independiente estadounidense, de modo que aunque la ambientación es el punto más positivo no es asfixiante en el peor de los sentidos.

Antlers Criatura oscura

Y si ya de por sí el envoltorio da indicios de oscuridad, su subtexto una vez se empieza a excavar resulta incluso más siniestro. Ese monstruo o criatura del pueblo se presenta desde el primer minuto, casi revelando por completo su naturaleza y haciendo que el espectador se cuestione por qué aparece de forma tan rápida en la narración. Pero conforme avanza el metraje, ese monstruo va transformándose en algo más grotesco y que sirve como el detonante para que los personajes de Jules, la profesora, y Lucas, el alumno, se acerquen de manera inevitable y haya que indagar en sus familias y en sus traumas para ver que en el fondo son más parecidos de lo que creen, y resulta escalofriante comprobar su nexo, pues todos esos miedos y toda la oscuridad tan envolvente tienen que ver con temas familiares que una vez salen a la luz hacen que se ponga el vello de punta.

Dada la unión que se forma entre ellos, queda claro que los personajes que mueven la trama son Jules y Lucas. Y tanto Keri Russell como Jeremy T. Thomas hacen un trabajo muy notable. La primera como la profesora que se ve obligada a volver al pueblo para afrontar sus traumas del pasado y que trata de mantenerse en pie aunque por dentro esté muy quebrada, y el segundo como el niño completamente insensibilizado a lo que ocurre a su alrededor, por mucho que todas sus acciones sean un grito de auxilio y que no siempre sus mejores intenciones llevan a buenos resultados.

Sin embargo, por muy buenas intenciones que haya con la mitología y con la exploración de unos traumas loables heredados de la infancia, sí queda la sensación de que se queda a medio gas o de que se podría haber profundizado todavía más en ellos, por lo que acaba desembocando en un clímax algo más genérico y donde esa aparente crueldad que habían mostrado se acaba diluyendo un poco más. Pese a todo, merece la pena echarle un vistazo aunque sea solo por su subtexto y la oscuridad palpitante que yace bajo el pueblo.

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